domingo, 28 de febrero de 2021

7 DE MARZO: TERCER DOMINGO DE CUARESMA B

 


“- Quitad eso de ahí: no convirtáis la casa de mi Padre en una cueva de bandidos”.

7 DE MARZO

TERCER DOMINGO DE CUARESMA

Primera Lectura: Éxodo 20,1-17

La ley fue dada por Dios a Moisés

Salmo 18

Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.

Segunda Lectura: 1ª Corintios 1,22-25

Predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los hombres,

pero sabiduría de Dios para los llamados.

EVANGELIO DEL DÍA

Juan 2,13-25

“Estaba cerca la Pascua de los Judíos y Jesús subió a Jerusalén. Encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas instalados.

Haciendo como un azote de cuerdas, a todos los echó del templo, lo mismo a las ovejas que a los bueyes; a los cambistas les desparramó las monedas y les volcó las mesas y a los que vendían palomas les dijo:

- Quitad eso de ahí: no convirtáis la casa de mi Padre en una cueva de bandidos.

Se acordaron sus discípulos de que estaba escrito: «La pasión por tu casa me consumirá».

Respondieron entonces los dirigentes judíos, diciéndole:

- ¿Qué señal nos presentas para hacer estas cosas?

Les replicó Jesús:

- Suprimid este santuario y en tres días lo levantaré.

Repusieron los dirigentes:

- Cuarenta y seis años ha costado construir este santuario, y ¿tú vas a levantarlo en tres días?

Pero él se refería al santuario de su cuerpo. Así, cuando se levantó de la muerte se acordaron sus discípulos de que había dicho esto y dieron fe a aquel pasaje y al dicho que había pronunciado Jesús.

Mientras estaba en Jerusalén, durante las fiestas de Pascua, muchos prestaron adhesión a su figura al presenciar las señales que realizaba. Pero Jesús no se confiaba a ellos, por conocerlos a todos; no necesitaba que nadie lo informase sobre el hombre, pues él conocía lo que el hombre llevaba dentro.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén

y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.

Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas

y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una cueva de bandidos".

Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá.

Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?".

Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar".

Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?".

Pero él se refería al templo de su cuerpo.

Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.

Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de Pascua, muchos creyeron en su Nombre al ver los signos que realizaba.

Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos

y no necesitaba que lo informaran acerca de nadie: él sabía lo que hay en el interior del hombre.”

REFLEXIÓN

El nombre de “purificación del templo” no es adecuado, porque no se trata de purificar, sino de sustituir. la exégesis viene en nuestra ayuda para descubrir el significado profundo del relato.

Como cualquier judío, Jesús desarrolló su vida espiritual en torno al templo; pero su fidelidad a Dios le hizo comprender que lo que allí se hacía no era lo que Dios esperaba de los seres humanos.

Es muy importante recordar que cuando se escribió este evangelio, ni existía ya el templo ni la casta sacerdotal tenía ninguna influencia en el judaísmo. Pero el cristianismo se había convertido ya en una religión. Sin embargo, Juan advierte del peligro de repetir aquella manera de dar culto a Dios.

Este relato cumple perfectamente los criterios de historicidad. Lo narran los cuatro evangelios. No es fácil que nadie se lo pudiera inventar si no hubiera ocurrido algo y no hubiera estado en las fuentes.

Nos han repetido, por activa y por pasiva, que lo que hizo Jesús en el templo fue purificarlo de una actividad de compraventa ilegal y abusiva. Según esa versión, Jesús lo que intenta es que al templo se vaya a rezar y no a comprar y vender.

Esto no tiene fundamento alguno, puesto que lo que estaban haciendo allí los vendedores y cambistas, era completa­mente imprescindible para el desarrollo de la actividad del templo.

Se vendían bueyes ovejas y palomas, que eran la base de los sacrifi­cios que se ofrecían en el templo. Los animales vendidos en el templo para sacrificarlos estaban controlados por los sacerdotes; de esa manera se garantizaba que cumplían todos los requisitos de legalidad.

También imprescindibles los cambistas, porque al templo sólo se le podía ofrecer dinero puro, es decir, acuñado por el templo. En la fiesta de Pascua, llegaban a Jerusalén israelitas de todo el mundo, a la hora de hacer la ofrenda no tenían más remedio que cambiar su dinero romano o griego por el del templo.

Jesús manifestó con un acto profético, que aquella manera de dar culto a Dios no era la correcta.  En ningún caso podemos pensar en una acción espectacular. En esos días de fiesta podía haber en el atrio del templo ocho o diez mil personas. Es impensable que un sólo hombre con unas cuerdas pudiera arrojar del templo a tanta gente.

El templo tenía su propia guardia que se encargaba de mantener el orden. Además en una esquina del templo se levantaba la torre Antonia, con una guarnición romana. Los levantamientos contra Roma tenían lugar siempre durante las fiestas. Eran momentos de alerta máxima para las autoridades romanas. Cualquier desorden sería sofocado en unos minutos.

Los sinópticos ponen en labios de Jesús una cita de Isaías 56,7 ("mi casa será casa de oración para todos los pueblos") y otra de Jeremías 7,11 ("pero vosotros la habéis convertido en cueva de bandidos").

El texto de Isaías hace referencia a los extranjeros y a los pecadores que estaban excluidos del templo.

Los bandidos, en la cita de Jeremías no son los que venden palomas y ovejas, sino los que hacen las ofrendas sin una actitud mínima de conversión. Son bandidos, no por ir a rezar, sino porque sólo buscaban seguridad.

Lo que Jesús critica es que con los sacrificios se intente comprar a Dios. Como los bandidos se esconden en las cuevas, seguros hasta que llegue la hora de volver a robar y matar.

Juan va por otro camino y cita un texto de Zacarías 14,20.

También en el Apocalipsis (21.22) se dice:

"No vi santuario en la ciudad, pues el Señor todopoderoso y el Cordero, eran su santuario."

Los vendedores interpelados (los judíos) le exigen un prodigio que avale su misión. No reconocen a Jesús ningún derecho para actuar así. Ellos son los dueños y Jesús un rival que se ha entrometido. Ellos están acreditados por la institución misma, quieren saber quién le acredita a él. No les interesa la verdad de la denuncia, sino la legalidad de la situación, que les favorece. Pero Jesús les hace ver que sus credenciales han caducado. Las credenciales de Jesús, serán hacer presente la gloria de Dios a través de su amor.

Suprimid este santuario y en tres días lo levantaré. Aquí encontramos la razón por la que leemos el texto de Juan y no el de Marcos. Esta alusión a su resurrección da sentido al texto en medio de la cuaresma. Le piden una señal y él contesta haciendo alusión a su muerte. Su muerte hará de él el santuario único y definitivo.

Una de las razones para matarlo, será que se ha convertido en un peligro para el templo. Es interesante descubrir que, para Juan, el fin del templo está ligado a la muerte de Jesús.



ENTRA EN TU INTERIOR

UN TEMPLO NUEVO

Los cuatro evangelistas se hacen eco del gesto provocativo de Jesús expulsando del templo a «vendedores» de animales y «cambistas» de dinero. No puede soportar ver la casa de su Padre llena de gentes que viven del culto. A Dios no se le compra con «sacrificios».

Pero Juan, el último evangelista, añade un diálogo con los judíos en el que Jesús afirma de manera solemne que, tras la destrucción del templo, él «lo levantará en tres días». Nadie puede entender lo que dice. Por eso, el evangelista añade: «Jesús hablaba del templo de su cuerpo».

No olvidemos que Juan está escribiendo su evangelio cuando el templo de Jerusalén lleva veinte o treinta años destruido. Muchos judíos se sienten huérfanos. El templo era el corazón de su religión. ¿Cómo podrán sobrevivir sin la presencia de Dios en medio del pueblo?

El evangelista recuerda a los seguidores de Jesús que ellos no han de sentir nostalgia del viejo templo. Jesús, «destruido» por las autoridades religiosas, pero «resucitado» por el Padre, es el «nuevo templo». No es una metáfora atrevida. Es una realidad que ha de marcar para siempre la relación de los cristianos con Dios.

Para quienes ven en Jesús el nuevo templo donde habita Dios, todo es diferente. Para encontrarse con Dios, no basta entrar en una iglesia. Es necesario acercarse a Jesús, entrar en su proyecto, seguir sus pasos, vivir con su espíritu.

En este nuevo templo que es Jesús, para adorar a Dios no basta el incienso, las aclamaciones ni las liturgias solemnes. Los verdaderos adoradores son aquellos que viven ante Dios «en espíritu y en verdad». La verdadera adoración consiste en vivir con el «Espíritu» de Jesús en la «Verdad» del Evangelio. Sin esto, el culto es «adoración vacía».

Las puertas de este nuevo templo que es Jesús están abiertas a todos. Nadie está excluido. Pueden entrar en él los pecadores, los impuros e, incluso, los paganos. El Dios que habita en Jesús es de todos y para todos. En este templo no se hace discriminación alguna. No hay espacios diferentes para hombres y para mujeres. En Cristo ya «no hay varón y mujer». No hay razas elegidas ni pueblos excluidos. Los únicos preferidos son los necesitados de amor y de vida. Necesitamos iglesias y templos para celebrar a Jesús como Señor, pero él es nuestro verdadero templo.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Jesús no lo puede soportar. El templo de Jerusalén se había convertido en un mercado. Una práctica religiosa sometida al dinero y a los sacrificios. ¡A Dios no se le puede comprar! Él es amor, compasión, ternura y misericordia. Nadie puede poner precio al encuentro con Dios. El Dios de Jesús, Abba, (papá) no estaba en venta ni restringido al templo de Jerusalén. A Dios también lo encontramos en otros muchos lugares: en el Tabor y en Cafarnaúm, en Nazaret, lo vemos junto a los pecadores, al lado de los enfermos, compasivo con los pobres, acogedor con los extranjeros, en definitiva, Él siempre está apasionado con sus hijos. Jesús, el Maestro, es Dios con nosotros y, especialmente “Dios con los necesitados, Dios con los pobres”. Es el nuevo templo, el nuevo culto. En Jesucristo, encontramos y damos culto a Dios. La señal de este nuevo lugar de encuentro entre el hombre y Dios es su cruz y su resurrección. A partir de ese momento ningún templo tiene la exclusividad. El verdadero templo lo ha constituido Dios y todos tenemos acceso.

Jesús se presenta como el nuevo templo, el nuevo “lugar” de relación con Dios. Atrás quedan los templos como único espacio de encuentro con Dios. Él abre el “amor que se entrega” como la nueva forma de relación con Dios. El ministerio público de Jesús es una expresión auténtica de esta nueva religión que se apoya en la total confianza con el Padre y se expresa en la donación absoluta al prójimo.

En un momento de oración agradecemos a Dios aquellas mediaciones que nos ayudan a crecer en la fe. Acabamos rezando el Padrenuestro.

ORACIÓN FINAL

Alimentados ya en la tierra con el pan del cielo, prenda de eterna salvación, te suplicamos, Señor, que se haga realidad en nuestra vida lo que hemos recibido en tus sacramentos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO

Imagen para colorear.



domingo, 21 de febrero de 2021

28 DE FEBRERO: SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA B

 


“Este es mi Hijo amado: escuchadle”

28 DE FEBRERO

SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

Primera Lectura: Génesis 22,1-2.9-13.15-18

El sacrificio de nuestro patriarca Abraham

Salmo 115

Siempre confiaré en el Señor.

Segunda Lectura: Romanos 8,31-34

Dios nos entregó a su propio Hijo.

EVANGELIO DEL DÍA

Marcos 9,2-10

“En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Estaba asustado, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: “Este es mi Hijo amado: escuchadle”. De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.” Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de “resucitar de entre los muertos.”

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos.

Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas.

Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".

Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.

Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: "Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo".

De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.

Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría "resucitar de entre los muertos".

REFLEXIÓN

En este tiempo que nos ha tocado vivir, no es sencillo escuchar cómo Dios nos habla a cada uno, no es fácil prestarle atención. Pero la verdad es que Dios habla hoy. Lo que pasa que para escucharlo tenemos que estar atentos y dejar de lado el ruido, los ruidos, no solo el exterior, el del mundo, sino, sobre todo, el interior, el que llevamos dentro. Se trata en este tiempo de Cuaresma, de disponernos a escuchar la voz de Dios y seguir su llamada. Hoy, las lecturas, nos hablan de subir a la montaña, allí donde está la nube, la presencia de Dios, donde se escucha la voz del Padre. Es un subir espiritual, dejar lo llano, lo seguro, lo fácil, y esforzarnos por acercarnos allí donde Dios está, en la paz, en el silencio, en la belleza de las cosas.

Disponer nuestra vida a la escucha de la Palabra de Dios será un excelente ejercicio cuaresmal, recomendable, sin embargo, para todo el año. Y es que Dios habla a cada uno, y seguramente nos sorprenderá, aunque, de entrada, no lo entendamos o no lo aceptemos.

Así lo vemos en Abrahán. Modelo de creyente, padre en la fe, él confía en Dios a pesar de no entender la petición que le hace: ante la dificultad de aceptar su voluntad no se echa atrás, se deja llevar. Y en la montaña descubre cómo es Dios: no quiere sacrificios humanos porque Dios ama a los hombres, ama a la humanidad. Dios quiere el corazón del hombre. Un corazón que sea entregarse, un corazón obediente, un corazón que deposite su esperanza en el Señor. Así la fe de Abrahán lleva a descubrir que Dios bendice a los creyentes, que Dios quiere lo mejor para los que lo aman y en él confían.

El apóstol Pablo escribe unas palabras de ánimo a los cristianos de Roma mostrándoles que el verdadero motivo de confianza les viene del amor de Dios, según lo ha demostrado en la cruz de Cristo: este fragmento es especialmente conmovedor por el hecho de que compara la suerte de Jesús con la historia de Abrahán de Génesis 22,12: “No te has reservado a tu hijo, tu único hijo”. Según Romanos, Dios entregó a su propio Hijo por todos nosotros. Así, que, “¿cómo no nos dará todo con él?”.

“Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”. Aquel que descubre a Dios está en él, a su lado, que lo acompaña en el camino de la vida, va adquiriendo paz y serenidad incluso ante los problemas. Estos ya no son vistos como amenazas, sino como oportunidades para fiarnos más de Dios, ya que está a nuestro favor.

Pedro, Santiago y Juan, en el monte Tabor estaban maravillados ante Jesús transfigurado. Se dan cuenta de que Jesús es el Hijo de Dios, ya que lo escuchan de la voz que sale de la nube: “este es mi Hijo amado, escuchadlo”.

Quizá nuestro Tabor, el lugar donde decir: “¡qué bien se está aquí!” y donde reconocemos al Hijo de Dios es la eucaristía. En ella se nos dice: “Este es el cordero de Dio, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor”. Sí. Dichosos los que celebramos la Eucaristía, los que comulgamos, los que la gozamos, los que necesitamos celebrarla cada domingo.

Dichosos los que necesitamos celebrar con la comunidad. Es necesario subir a menudo a “la montaña”, es necesario celebrar la eucaristía, es necesario escuchar la Palabra de Dios en el silencio y la paz de la oración.



ENTRA EN TU INTERIOR

NO CONFUNDIR A JESÚS CON NADIE

Según el evangelista, Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, los lleva aparte a una montaña, y allí «se transfigura delante de ellos». Son los tres discípulos que, al parecer, ofrecen mayor resistencia a Jesús cuando les habla de su destino doloroso de crucifixión.

Pedro ha intentado incluso quitarle de la cabeza esas ideas absurdas. Los hermanos Santiago y Juan le andan pidiendo los primeros puestos en el reino del Mesías. Ante ellos precisamente se transfigurará Jesús. Lo necesitan más que nadie.

La escena, recreada con diversos recursos simbólicos, es grandiosa. Jesús se les presenta «revestido» de la gloria del mismo Dios. Al mismo tiempo, Elías y Moisés, que según la tradición, han sido arrebatados a la muerte y viven junto a Dios, aparecen conversando con él. Todo invita a intuir la condición divina de Jesús, crucificado por sus adversarios, pero resucitado por Dios.

Pedro reacciona con toda espontaneidad: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías» No ha entendido nada. Por una parte, pone a Jesús en el mismo plano y al mismo nivel que a Elías y Moisés: a cada uno su tienda. Por otra parte, se sigue resistiendo a la dureza del camino de Jesús; lo quiere retener en la gloria del Tabor, lejos de la pasión y la cruz del Calvario.

Dios mismo le va a corregir de manera solemne: «Éste es mi Hijo amado». No hay que confundirlo con nadie. «Escuchadle a él», incluso cuando os habla de un camino de cruz, que termina en resurrección.

Sólo Jesús irradia luz. Todos los demás, profetas y maestros, teólogos y jerarcas, doctores y predicadores, tenemos el rostro apagado. No hemos de confundir a nadie con Jesús. Sólo él es el Hijo amado. Su Palabra es la única que hemos de escuchar. Las demás nos han de llevar a él.

Y hemos de escucharla también hoy, cuando nos habla de «cargar la cruz» de estos tiempos. El éxito nos hace daño a los cristianos. Nos ha llevado incluso a pensar que era posible una Iglesia fiel a Jesús y a su proyecto del reino, sin conflictos, sin rechazo y sin cruz. Hoy se nos ofrecen más posibilidades de vivir como cristianos «crucificados». Nos hará bien. Nos ayudará a recuperar nuestra identidad cristiana.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Estamos llamados a renovar la alianza. Una alianza que lleva a la vida pero que se sella con el sacrificio y pasa por la muerte. Necesitamos para ello una fe cuyo ejemplo nos ha brindado Abrahán. La fe del verdadero creyente:

La fe del verdadero creyente: que cree y camina. Que no queda anquilosado en el pasado, ni atrapado por sus seguridades mezquinas, sino que busca y avanza hacia los nuevos horizontes que Dios va abriendo conforme evoluciona la historia.

La fe de quien confía y espera. A pesar de tantos problemas y en medio de tantas dificultades que nos ponen a punto de exclamar: “¡Esto no tiene remedio!” El creyente se fía de Dios y se mantiene en esperanza. No con los brazos cruzados, sino poniendo su mejor afán en el empeño. Ofreciéndose él mismo en el ara del sacrificio, dispuesto a romperse en bien de los demás.

La fe que pasa por el momento crítico de la tiniebla y la cruz. Cuando no se entiende nada. Cuando nada tiene sentido. Cuando faltan las ganas de vivir. Cuando hasta el Dios a quien llamamos guarda silencio y nos hace dudar de hasta si existe. Cuando aplasta el abandono. Cuando destroza la muerte que se lleva a alguien querido y sentimos que su zarpazo ha desgarrado y matado un trozo de nosotros mismos… La fe de la luz sobre la cruz. La fe en la vida sobre la muerte.

Nosotros, pobres gentes de fe tambaleante, ¿cómo vamos a alcanzar una fe así? Una vez más tendríamos razón, si no fuera por un pequeño detalle: que  es –también una vez más- Dios quien nos la da.

ORACIÓN FINAL

Señor, Dios, que haces que nazca el sol sobre todos los hombres, bendito seas por tu Hijo Jesús, venido al mundo como sol de gracia y amor. Como luz que quita las tinieblas de nuestro corazón para que podamos ver mejor a nuestros hermanos los hombres. Bendito sea, tu Hijo amado, tu predilecto, al que me invitas a escuchar, como único camino de hacer su mensaje vida en mi vida. Amén.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO

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miércoles, 17 de febrero de 2021

21 DE FEBRERO: PRIMER DOMINGO DE CUARESMA B

 

“El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días…”

21 DE FEBRERO

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

Primera Lectura: Génesis 9,8-15

Pondré mi arco iris en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra.

Salmo: 24

Descúbrenos, Señor, tus caminos.

Segunda Lectura: 1 Pedro 3,18-21

El agua del diluvio es un símbolo del bautismo que los salva.

EVANGELIO DEL DÍA

Marcos 1,11-15

“En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: “se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio”.

Versión para américa Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“En seguida el Espíritu lo llevó al desierto,

donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.

Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo:

"El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia".

REFLEXIÓN

El hecho de que Marcos sea tan breve, siendo el primero que escribió, nos puede estar diciendo que en Mateo y Lucas, se trata de una elaboración progresiva, y no de un olvido de los detalles. También pudiera ser que Mateo y Lucas encontraran ya el relato ampliado en la fuente Q, anterior a Marcos.

En todo caso, esas diferencias nos estarían demostrando el carácter simbólico del relato, más allá de las limitaciones de tiempo y lugar. Marcos está planteando en tres líneas toda la trayectoria humana de Jesús.

El objetivo del relato es muy distinto en Mateo y Lucas, y en Marcos. Este último no pretende ponernos en guardia sobre las clases de tentaciones que podemos experimentar. En Marcos no hay tres tentaciones, porque plantea toda su vida como una constante lucha contra el mal.

La clase de tentaciones que sufre y el resultado de la lucha será el tema de todo el evangelio, por eso no tiene sentido adelantar acontecimientos. En el evangelio de Marcos, no vuelve a aparecer Satanás. Su lugar lo van a ocupar instituciones y personas de carne y hueso, que a través de toda la obra intentarán apartar a Jesús de su misión liberadora.

Es interesante saber que en el versículo anterior nos habló de la bajada del espíritu sobre Jesús en el bautismo. Es muy significativo que el espíritu se ponga a trabajar, de inmediato. Toda la actuación de Jesús se realiza bajo la fuerza del espíritu. Este espíritu, no es todavía el “Espíritu Santo” según la idea que nosotros tenemos; se trata de la fuerza de Dios que le capacita para actuar.

El espíritu le empujó. El verbo griego empleado significa empujar, echar fuera. No se trata de una amable invitación, sino de una acción que supone una cierta violencia. El espíritu no abandona a Jesús, pero le arrastra a otro lugar: el desierto.

Al recibir el espíritu en el bautismo, Jesús no queda inmunizado y apartado de la lucha contra el maligno. Como todo hijo de vecino (hijo de hombre), Jesús tiene que debatirse en la vida para alcanzar su plenitud.

Al desierto. No hace falta resaltar la importancia que tiene la figura del desierto en la espiritualidad del Antiguo Testamento. El desierto es el lugar teológico de la lucha, de la prueba; y, superada la prueba, del encuentro con Dios. Es imposible recordar todo el simbolismo del desierto para el pueblo judío. La clave de su historia religiosa se encuentra en el desierto.

Jesús sufre las mismas tentaciones que Israel, pero las supera. No se trata del desierto físico, sino del símbolo de la lucha. Es muy significativo que todos los evangelios nos hagan ver cómo Jesús encontrará a Satanás en su mismo pueblo.

Se quedó en el desierto cuarenta días. El número cuarenta es otra clave simbólica para entender el relato: 40 días duró el diluvio, 40 años pasó el pueblo judío en el desierto. 40 días estuvo Moisés en el Sinaí. 40 días para que se conviertan los ninivitas. 40 días camina Elías por el desierto. No se trata de señalar un tiempo cronológico, sino de evocar una serie de acontecimientos salvíficos en la historia del pueblo judío, que quedarán superados por la experiencia de Jesús.

Tentado por Satanás. El verbo utilizado por Marcos no significa en primer lugar tentar, sino probar. Para nosotros la tentación es un mal en sí misma, pero el sentido del verbo griego indica más bien una prueba que hay que superar. No puede haber aprobado si no hay examen.

En Mateo y Lucas, las tentaciones tienen lugar al final de los cuarenta días de ayuno. En Marcos no aparece el ayuno por ninguna parte, y la tentación abarca todo el tiempo que duró el retiro en el desierto. Marcos no nos habla de penitencia, sino de lucha. En Marcos todo sucede a la vez y durante los cuarenta días: tentación, presencia de las fieras y servicio de los ángeles. Tampoco se da por terminado el tiempo de la tentación; sigue toda su vida.

Estaba entre las fieras. La traducción oficial de “alimañas”, condiciona la interpretación. El texto griego y el latino dice: animales salvajes concretos, conocidos por todos.

Puede entenderse como que Jesús está en la vida en medio de todas las fuerzas que condicionan al hombre, unas buenas (Espíritu, ángeles), otras malas (Satanás, fieras). Pero también podría aludir a los tiempos idílicos del paraíso, donde la armonía entre seres humanos y la naturaleza entera, era total. Recordemos que el tiempo mesiánico se había anunciado como una etapa de armonía entre hombres, naturaleza y fieras.

Y los ángeles le servían. Podría significar las fuerzas del bien, o la expresión de que Dios estaba de su parte. En el Nuevo Testamento, “diaconía” es un término técnico que expresa la actitud vital de servicio, de los seguidores de Jesús. Se dice de algunas mujeres que “servían” a Jesús.



ENTRA EN TU INTERIOR

EMPUJADOS AL DESIERTO

Marcos presenta la escena de Jesús en el desierto como un resumen de su vida. Señalo algunas claves. Según el evangelista, «el Espíritu empuja a Jesús al desierto». No es una iniciativa suya. Es el Espíritu de Dios el que lo desplaza hasta colocarlo en el desierto: la vida de Jesús no va a ser un camino de éxito fácil; más bien le esperan pruebas, inseguridad y amenazas.

Pero el «desierto» es, al mismo tiempo, el mejor lugar para escuchar, en silencio y soledad, la voz de Dios. El lugar al que hay que volver en tiempos de crisis para abrirle caminos al Señor en el corazón del pueblo. Así se pensaba en la época de Jesús.

En el desierto, Jesús «es tentado por Satanás». Nada se dice del contenido de las tentaciones. Sólo que provienen de «Satanás», el Adversario que busca la ruina del ser humano destruyendo el plan de Dios. Ya no volverá a aparecer en todo el evangelio de Marcos. Jesús lo ve actuando en todos aquellos que lo quieren desviar de su misión, incluido Pedro.

El breve relato termina con dos imágenes en fuerte contraste: Jesús «vive entre fieras», pero «los ángeles le sirven». Las «fieras», los seres más violentos de la creación, evocan los peligros que amenazarán siempre a Jesús y su proyecto. Los «ángeles», los seres más buenos de la creación, evocan la cercanía de Dios que bendice, cuida y defiende a Jesús y su misión.

El cristianismo está viviendo momentos difíciles. Siguiendo los estudios sociológicos, nosotros hablamos de crisis, secularización, rechazo por parte del mundo moderno… Pero tal vez, desde una lectura de fe, hemos de decir algo más: ¿No será Dios quien nos está empujando a este «desierto»? ¿No necesitábamos algo de esto para liberarnos de tanta vanagloria, poder mundano, vanidad y falsos éxitos acumulados inconscientemente durante tantos siglos? Nunca habríamos elegido nosotros estos caminos.

Esta experiencia de desierto, que irá creciendo en los próximos años, es un tiempo inesperado de gracia y purificación que hemos de agradecer a Dios. El seguirá cuidando su proyecto. Sólo se nos pide rechazar con lucidez las tentaciones que nos pueden desviar una vez más de la conversión a Jesucristo.

 José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Jesús nos da un toque de atención para que miremos la realidad con los ojos de Dios y sepamos descubrir dónde está el Reino. Mirada positiva y esperanzada, llena de fe, esperanza y amor.

Dónde está Dios, dónde está el Reino de Dios:

En tu corazón, en tu interior. Estamos bautizados, somos templo de Dios, tenemos el Espíritu Santo.

En los Sacramentos: en la Eucaristía, la Reconciliación, en estos momentos cuando Dios se nos muestra con más claridad.

En la Palabra de Dios.

En la Iglesia, una sola Iglesia que es santa, y al mismo tiempo necesitada de conversión. En nuestra comunidad, en nuestra Hermandad, en nuestra parroquia.

En la oración que hacemos solos en la intimidad, y cuando nos encontramos en grupo.

En aquellas situaciones que dan testimonio de nuestra fe.

En los momentos de servicio generoso y gratuito. Cuando ayudamos a un pobre, cuando visitamos y acompañamos a un enfermo o a un preso, cuando escuchamos a alguien, cuando enseñamos y aconsejamos, cuando, en definitiva, vivimos las obras de misericordia.

Siempre que amamos de verdad. Amar significa tocar, una frente ya ajada de años, una mano, que sufre una enfermedad terminal.

En las personas, especialmente en aquellas menos amadas y valoradas, en aquellas que les falta lo necesario  para vivir con dignidad, y en aquellas que teniéndolo todo no tienen nada en su interior.

Y la lista puede continuar. Dios es Dios y no lo podemos contentar ni limitar. Busquémoslo, miremos la vida e intentemos ver dónde se encuentra Dios para unirnos a Él.

ORACIÓN

Alimentados, Señor, de este pan celestial que nutre la fe, hace crecer la esperanza y fortalece la caridad, te suplicamos la gracia de aprender a sentir hambre de aquel que es el pan vivo y verdadero, y a vivir de toda palabra que procede de su boca.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO



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domingo, 7 de febrero de 2021

14 Y 17 DE FEBRERO: VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Y MIÉRCOLES DE CENIZA.

 


“Acudió a él un leproso y le suplicó de rodillas:

- Si quieres, puedes limpiarme.

Conmovido, extendió la mano y lo tocó diciendo:

- Quiero, queda limpio.”

14 DE FEBRERO

VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDEINARIO (B)

Primera Lectura: Levítico 13,1-2.44-46

El leproso vivirá solo, fuera del campamento.

Salmo 31

Perdona, Señor, nuestros pecados.

Segunda Lectura: 1 Corintios 10,31-11.1

Sean imitadores míos como yo lo soy de Cristo.

EVANGELIO DEL DÍA

Marcos 1,40-45

“Acudió a él un leproso y le suplicó de rodillas:

- Si quieres, puedes limpiarme.

Conmovido, extendió la mano y lo tocó diciendo:

- Quiero, queda limpio.

Al momento se le quitó la lepra y quedó limpio. Le regañó y lo sacó fuera en seguida diciéndole:

- ¡Mira, no le digas nada a nadie! En cambio, ve a que te examine el sacerdote y ofrece por tu purificación lo que prescribió Moisés como prueba contra ellos.

Él, cuando salió, se puso a proclamar y a divulgar el mensaje a más y mejor; en consecuencia, Jesús no podía ya entrar manifiestamente en ninguna ciudad; se quedaba fuera, en despoblado, pero acudían a él de todas partes.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme".

Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado".

En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.

Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente:

"No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio".

Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.”

REFLEXIÓN

La primera lectura es suficientemente expresiva. La lepra era el motivo más radical de marginación. Lo que se entendía por lepra en la antigüedad, no coincide con lo que es hoy esa enfermedad concreta. Más bien se llamaba lepra a toda enfermedad de la piel que se presentara con un aspecto más o menos repugnante.

Sin la garantía de que era Dios el que lo mandaba, no hubiera tenido ningún efecto la prohibición. Por eso todas las normas se presentaban como recibidas de Dios, aunque fueran simplemente preservar de la enfermedad.

 “Se acercó, suplicándole de rodillas”. Esta actitud indica a la vez valentía, porque se atreve a trasgredir la Ley, pero también temor a ser rechazado, precisamente por eso.

“Si quieres... Quiero...” La simplicidad del diálogo esconde una riqueza de significados: Confianza total del leproso, y respuesta que no defrauda...

No le pide que le cure, sino que le limpie. Por tres veces se repite el verbo limpiar, verbo que significa también, purificar, liberar. Nos está lanzando a un significado mucho más profundo del que podía tener a primera vista una curación.

No sólo desaparece la enfermedad, sino que le restituye en su plena condición humana: Le devuelve su condición social, y su integración religiosa. Vuelve a sentir la amistad de Dios, que era el valor supremo para todo buen judío.

“Sintiendo lástima”. La devaluación del significado de la palabra “amor” nos tenía que obligar a buscar conceptos más adecuados para expresar hoy esa realidad.

La acción de Dios se manifiesta a través de los sentimientos humanos. La compasión (padecer con) era ya una de las cualidades de Dios en el Antiguo Testamento. Jesús la hace suya en toda su trayectoria humana. Es una demostración de que para llegar a lo divino no hay que destruir lo humano, sino potenciarlo.

¡Qué poco se habla en nuestro cristianismo de la compasión! Y sin embargo, es la forma más humana de manifestar el amor. Cuando uno siente como suyo el sufrimiento del otro es cuando, de verdad, se le ha hecho próximo.

“Le tocó”. El significado del verbo griego que utiliza Marcos, no es en primer lugar tocar, sino sujetar, atar, enlazar. Este significado nos acerca más a la manera de actuar de Jesús. Quiere decir que no sólo le tocó un instante, sino que mantuvo esa postura durante un tiempo.

Sólo teniendo en cuenta lo que acabamos de decir de la lepra, podemos comprender el profundo significado del gesto. Es suficiente, por sí mismo, para hacer patente la actitud vital de Jesús. No sólo demuestra que está por encima de la Ley cuando se trata del bien de un hombre, sino que, al creer que era una enfermedad contagiosa, demuestra el riesgo personal que Jesús asume.

Lo echó fuera… y cuando salió…” La segunda parte del relato es de una gran importancia. Se supone que estaban en un lugar desértico, sin embargo, el texto griego dice literalmente: lo expulsó fuera, y del leproso dice: cuando salió. Una vez más nos está empujando a una comprensión espiritual.

Jesús no quiere que continúe junto a él y lo despide inmediatamente; eso sí, con el encargo de no contarlo y de presentarse ante el sacerdote. Una vez más, manifiesta Marcos el peligro de que las acciones de Jesús en favor del marginado, fueran mal interpretadas. ¡Qué curioso! Jesús acaba de saltarse la Ley, pero exige al leproso que cumpla lo mandado por Moisés. Hay que estar muy atento para descubrir el significado. Jesús no está nunca contra la Ley, sino contra las injusticias y tropelías que se cometían en nombre de la Ley.

Él mismo tuvo que defenderse de malentendidos, aclarando: “no he venido a abolir la Ley, sino a darle plenitud”. Jesús sólo se salta la Ley cuando le impide estar a favor del hombre. La obligación de presentarse al sacerdote para que certifique la curación, era el único modo que tenía el leproso de recuperar su estatus religioso y social. Sólo los sacerdotes podían certificar una curación.

El evangelio nos dice que las consecuencias de la proclamación de hecho fueron nefastas para Jesús. Si había tocado a un leproso, él mismo se había convertido en apestado. “Y no podía ya entrar abiertamente en ningún pueblo”. Las consecuencias de la divulgación del hecho podían ser nefastas para el leproso. Los sacerdotes podían ponerle dificultades si tenían conocimiento de cómo se había producido la curación. Lo mismo que era el sacerdote el que declaraba impuro al contagiado.



ENTRA EN TU INTERIOR

DIOS ACOGE A LOS «IMPUROS»

De forma inesperada, un leproso «se acerca a Jesús». Según la ley, no puede entrar en contacto con nadie.  Es un «impuro» y ha de vivir aislado. Tampoco puede entrar en el templo. ¿Cómo va a acoger Dios en su presencia a un ser tan repugnante? Su destino es vivir excluido. Así lo establece la ley.

A pesar de todo, este leproso desesperado se atreve a desafiar todas las normas. Sabe que está obrando mal. Por eso se pone de rodillas. No se arriesga a hablar con Jesús de frente. Desde el suelo, le hace esta súplica: «Si quieres, puedes limpiarme». Sabe que Jesús lo puede curar, pero ¿querrá limpiarlo?, ¿se atreverá a sacarlo de la exclusión a la que está sometido en nombre de Dios?

Sorprende la emoción que le produce a Jesús la cercanía del leproso. No se horroriza ni se echa atrás. Ante la situación de aquel pobre hombre, «se conmueve hasta las entrañas». La ternura lo desborda. ¿Cómo no va a querer limpiarlo él, que sólo vive movido por la compasión de Dios hacia sus hijos e hijas más indefensos y despreciados?

Sin dudarlo, «extiende la mano» hacia aquel hombre y «toca» su piel despreciada por los puros. Sabe que está prohibido por la ley y que, con este gesto, está reafirmando la transgresión iniciada por el leproso. Sólo lo mueve la compasión: «Quiero: queda limpio».

Esto es lo que quiere el Dios encarnado en Jesús: limpiar el mundo de exclusiones que van contra su compasión de Padre. No es Dios quien excluye, sino nuestras leyes e instituciones. No es Dios quien margina, sino nosotros. En adelante, todos han de tener claro que a nadie se ha de excluir en nombre de Jesús.

Seguirle a él significa no horrorizarnos ante ningún impuro ni impura. No retirar a ningún «excluido» nuestra acogida. Para Jesús, lo primero es la persona que sufre y no la norma. Poner siempre por delante la norma es la mejor manera de ir perdiendo la sensibilidad de Jesús ante los despreciados y rechazados. La mejor manera de vivir sin compasión.

En pocos lugares es más reconocible el Espíritu de Jesús que en esas personas que ofrecen apoyo y amistad gratuita a prostitutas indefensas, que acompañan a enfermos de sida olvidados por todos. Ellos nos recuerdan que en el corazón de Dios caben todos.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Dios no quiere nuestra muerte, envió a su Hijo como Redentor para liberarnos del pecado, para darnos vida nueva. Él sale siempre al encuentro del hombre que no sabe como acercarse a su presencia, por eso se nos ofrece como el que limpia nuestra lepra espiritual y nos hace vivir plenamente.

Expliquemos en Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO

Imagen para colorear.




 


“Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre que ve en lo escondido, te recompensará”.

17 de Febrero

MIÉRCOLES DE CENIZA

(Ayuno y Abstinencia)

1ª Lectura: Joel 2,12-18

Salmo 50: Misericordia, Señor: hemos pecado.

2ª Lectura: 2 Corintios 5,20-6,2

PALABRA DEL DÍA

Mateo: 6,1-6.16-18

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan: Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre que ve en lo escondido, te recompensará”.

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.

Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.

Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,

para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,

para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”.

REFLEXIÓN

COMENZAMOS LA CUARESMA

                Con el Miércoles de Ceniza empezamos, un año más, la celebración de la Cuaresma. Toda la Iglesia está invitada a ponerse en camino hacia la Pascua con un corazón nuevo, con un corazón renovado. Los textos litúrgicos serán nuestra guía, nuestra compañía, en este tiempo santo. Tenemos que dejarlos hablar, para poder recoger su mensaje salvífico. Tenemos que estar abiertos a este “tiempo favorable”. Si de verdad nos implicamos en esta propuesta de conversión, en esta aventura de gracia, si de verdad nos reconciliamos con Dios, será un camino de liberación y de vida renovada.

LOS GRITOS DE LA CUARESMA

Los textos bíblicos que la liturgia nos ofrece en este primer día de la Cuaresma, nos invitan a la conversión, a centrarnos en lo esencial, a preguntarnos por qué, tan a menudo, cosas sin importancia, pasan a ser importantes en nuestra vida hasta el punto de distraernos de las relaciones con Dios, con los hermanos, y de descentrarnos a nosotros mismos.

El profeta Joel llama al pueblo a la conversión interior y sincera, a huir de la ritualidad puramente externa, con frases como éstas: “Convertíos a mí de todo corazón…”  “Rasgad los corazones, no las vestiduras”.

En el salmo, en sintonía con las lecturas, cantamos: “…por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito, limpia mi pecado…, crea en mí un corazón puro…, renuévame por dentro con espíritu firme, no me arrojes lejos de tu rostro…”, “no me quites tu Santo Espíritu”, “devuélveme la alegría de tu salvación…”

Pablo describe la salvación como gracia, como don gratuito que hemos de acoger, y nos invita: “os pedimos que os reconciliéis con Dios”.

TRES PUNTOS IMPORTANTES A TENER EN CUENTA

Piedad auténtica: limosna, oración, ayuno. Esto nos remarca el texto evangélico de hoy, en la sección central del Sermón de la Montaña de San Mateo. Aquí Jesús exhorta a una espiritualidad auténtica.

Cuaresma, tiempo de gracia y de reconciliación. El protagonismo de este tiempo no lo tienen nuestras obras, por muy buenas que sean, sino la gracia de Dios. En el centro de la reconciliación de Dios con el hombre y del hombre con Dios está la obra de Cristo: “Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestros pecados, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios”. Cada uno de nosotros ha de sentirse acogido por Dios, tal como lo expresa Pablo en este texto, cuando cita a Isaías 49,8: “en tiempo favorable te escuché, en día de salvación viene en tu ayuda”. La conclusión que saca el apóstol conviene que tenga eco a lo largo de toda nuestra vida: “Ahora es tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”.

Al final, dominando todo el horizonte, la Pascua. En ningún momento de estos cuarenta días, debemos olvidar la meta a la que nos conduce: la Pascua. Las oraciones litúrgicas de estos días, van a incidir en ello: “Que, fieles a las prácticas cuaresmales, puedan llegar, con el corazón limpio, a la celebración del misterio pascual de tu Hijo…”, “…concédenos, por medio de las prácticas cuaresmales, el perdón de los pecados; así podremos alcanzar, a imagen de tu Hijo resucitado, la vida nueva de tu reino…”.

Esto es lo que hemos dicho a nuestro Padre Dios este Miércoles de Ceniza, ahora es una nueva oportunidad, tal como nos ha recordado Pablo. Cuando se trata de avanzar en la conversión del corazón partimos del protagonismo del Padre que nos ha regalado su gracia. Es la gracia, derramada en nuestro corazones con el Espíritu que se nos ha dado, la que nos capacita para amar tal como Jesús amó, para actuar con misericordia, para dar ternura, para orar con confianza, para ser sencillos, para perdonar a quien nos ha ofendido, para reconocer la propia pequeñez, para ayudar con más desprendimiento, para ser más compasivos con nuestros hermanos más necesitados, los más pobres, los enfermos, los ancianos, los niños… y tantas y tantas maravillas, que la gracia de Dios nos permite realizar.

Por tanto una llamada al arrepentimiento, a convertirnos al Dios del amor y el perdón, que  ha hecho su obra en Jesucristo. Es un tiempo favorable para la reconciliación, como nos ha recordado Pablo en la segunda lectura.

La Iglesia nos propone los tres gestos tradicionales: la oración, el ayuno y la limosna. Son  los signos de la conversión en los tres ámbitos de nuestra vida.

LA ORACIÓN: Momento tranquilo de nuestra comunión con Dios, para escuchar su Palabra y para depositar nuestra confianza en Él, en un mundo que ignora la oración y se olvida de Dios.

EL AYUNO: Esfuerzo de austeridad personal en la comida, en los gastos, en la ostentación exterior, en un clima social tan inclinado a valorar la riqueza y el poder.

LA LIMOSNA: Signo de la generosidad hacia los demás, especialmente a los más necesitados.

Sin olvidar el acento evangélico: lo que importa es el corazón abierto y sincero: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos…”, hemos escuchado en el evangelio.

Toda la Cuaresma será la contemplación del camino de Jesús y el impulso para todos nosotros por hacerlo con él, como aprendizaje de la vida verdadera.

La ceniza de este miércoles es ya ceniza de resurrección. Dios es capaz de sacar vida de la muerte y resurrección de las cenizas, como brota la espiga del grano que muere en la tierra.

Este tiempo de Cuaresma es una nueva oportunidad para aprovechar al máximo la gracia de Dios, y trabajar para que por fin, la Pascua de la justicia, del amor y de la paz,   llegue a todos. Para que por fin todas las armas se conviertan en rosas, todas las alambradas de espinas, en setos verdes y floridos, todas las cruces en luces de la aurora, todos los muros que dividen, en arcoíris, que hombres, mujeres y  niños puedan vivir sin sobresaltos.

Comencemos, hermanas y hermanos y vivámosla intensamente, vivámosla como rejuvenecimiento interior, que podamos renacer en espigas de primavera en la mañana santa de la Pascua.

ENTRA EN TU INTERIOR

La gracia de Dios nos permite enternecer nuestros corazones y escuchar la Palabra de Dios. Precisamos, sin embargo, de una actitud humilde a fin de acoger los dones de Dios, tener aquella confianza en los hijos que esperan las caricias de sus padres. Nosotros también esperamos que nos llegue la ternura de Dios, sus caricias manifestadas en los sacramentos, en su Palabra, en las personas, en los hechos cotidianos, en los que sufren.

Sé, Señor, que ahora es el momento de colaborar contigo para hacer posible mi cambio. La Cuaresma quiere recordarme que tengo que hacer algo, aunque sea poco.

ORA EN TU INTERIOR

Dar limosna, o lo que es lo mismo, cambiar mi ideal de tener por el de compartir. Y esto será posible, Señor, si como me dice San Pablo, comienzo a considerar a los demás, sobre todo a los más pobres y necesitados, como superiores a mí.

Quiero, Señor, poner amor en todas las exigencias cuaresmales, aunque sean difíciles, pero sé que si pongo amor, seguramente se transformarán en momentos de gozo.

ORACIÓN FINAL (Salmo 50)

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre. Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con agua: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.

Expliquemos el Evangelio a los niños

Imágenes de Patxi Velasco FANO