“¿Por qué me has visto
has creído? Dichosos los, que crean sin haber visto”.
19 DE ABRIL
II DOMINGO DE PASCUA
DOMINGO DE LA DIVINA
MISERICORDIA
1ª Lectura: Hechos de
los Apóstoles 2,42-47
Los creyentes vivían
unidos y todo lo tenían en común.
Salmo 117
La misericordia del
Señor es eterna. Aleluya.
2ª Lectura: 1ª carta
del Apóstol San Pedro 1,3-9
La resurrección de
Cristo nos da la esperanza de una vida nueva.
EVANGELIO DEL DÍA
Juan 20,19-31
“Al anochecer de aquel día, el primero de la semana,
estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los
judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”.
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se
llenaron de alegrías al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el
Padre me ha enviado, así os envío yo”. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre
ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los
pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos”. Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos
cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”.
Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no
meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo
creo”. A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con
ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: “Paz
a vosotros”. Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu
mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Contestó
Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús le dijo: “¿Por qué me has visto has
creído? Dichosos los, que crean sin haber visto”. Muchos otros signos, que no
están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se
han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para
que, creyendo, tengáis vida en su nombre.”
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Al atardecer de ese mismo día, el primero de la
semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los
discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos,
les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su
costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con
ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió:
"Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los
perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no
estaba con ellos cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al
Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus
manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado,
no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos
reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando
cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté
con ustedes!".
Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí
están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas
incrédulo, sino hombre de fe".
Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!".
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto.
¡Felices los que creen sin haber visto!".
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia
de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que
Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.”
REFLEXIÓN
La gran palabra, la buena noticia que nos transmite la
Iglesia en este segundo domingo de Pascua, es que Jesús se hizo y se hace
presente en medio de sus discípulos.
El día de la Pascua nos fijamos más en la resurrección misma
de Jesús y su existencia junto al Padre. El que estaba muerto vive junto a Dios
y en Dios mismo. Todo fue obra del Espíritu vivificante.
Hoy nos fijamos en la presencia de Jesús en nosotros.
Resucitó no sólo para él mismo, sino para nosotros y por nosotros. Si murió por
nosotros, paras redimirnos del pecado y de la muerte, resucitó para llenarnos
de vida y contagiarnos de inmortalidad.
No se desentendió de nosotros. Podía haberlo hecho por lo mal
que le tratamos. Pero su amor es eterno, supera los tiempos, las distancias,
los obstáculos, las debilidades y las infidelidades. Las ovejas se dispersaron
en el día de la tempestad cruel y sangrienta, pero el buen Pastor saldrá de
nuevo en su busca.
Será tarea del resucitado encender la fe de los discípulos,
unirles en comunión, llenarles de la fuerza y el gozo del Espíritu y convertirles
en testigos y misioneros de su resurrección.
Hoy es también Domingo de la fe. No les fue fácil creer a los
discípulos que habían contemplado la ignominia, la debilidad y la muerte de
aquel a quien habían imaginado como el Mesías de la gloria. De la posible
resurrección no tenían ni idea ni esperanza. “Los vivos son los que te alaban”
(Is 38,19) si acaso podían tener una ligera esperanza de la resurrección final
de los justos, como decía Marta: “sé que resucitará en el último día, en la
resurrección” (Jn 11,24).
Para que sus discípulos y discípulas creyeran Jesús
resucitado se dejó ver, salió a su encuentro, se puso en medio, les explicó el
sentido de las Escrituras, partió con ellos el pan, les echó en cara su falta
de fe.
Son distintas experiencias pascuales, que no hay que
interpretar de manera estrictamente corporal. Todas coinciden en que han
experimentado la presencia viva de Jesús, se han encontrado con Jesús. Él ha
penetrado en sus inteligencias y en sus
corazones, ha tocado lo más hondo de su ser. Por eso empezarán a ser hombres
nuevos. A Jesús ya no lo verán cerca, pero lo vivirán dentro.
Pablo, a quien se debe el relato de las primeras experiencias
pascuales, es un ejemplo deslumbrante de esta transformación. Él nos la
describe apasionadamente.
La fe pascual brota siempre de este encuentro con Jesús
resucitado; y él toma siempre la iniciativa, como vemos en Pablo y en todas las
apariciones del Señor. Por eso cuando hablamos de la fe pascual, no pensamos en
un dogma, sino en un acontecimiento.
Pero la comunidad necesita del perdón, que es hijo de la
caridad. Jesús resucitado es comprensivo y perdona; incluso inaugura la cultura
del perdón: A quienes perdonéis… Es el triunfo de la misericordia.
Hoy es el Domingo del perdón y de la misericordia. Porque
Cristo resucitado perdonó a sus amigos y a sus enemigos. No tomó venganzas ni
impuso penitencias, si acaso penitencias de amor y exigencias de fe. Porque
Cristo resucitado esponjó nuestro corazón en el ungüento de la compasión y la
ternura. Porque Cristo resucitado nos capacitó y enseñó a perdonar. Porque
Cristo resucitado estableció un sacramento específico de la misericordia.
ENTRA EN TU INTERIOR
NO SEAS INCRÉDULO SINO CREYENTE
La figura de Tomás como discípulo que se resiste a creer ha
sido muy popular entre los cristianos. Sin embargo, el relato evangélico dice
mucho más de este discípulo escéptico. Jesús resucitado se dirige a él con unas
palabras que tienen mucho de llamada apremiante, pero también de invitación
amorosa: «No seas incrédulo, sino creyente». Tomás, que lleva una semana
resistiéndose a creer, responde a Jesús con la confesión de fe más solemne que
podemos leer en los evangelios: «Señor mío y Dios mío».
¿Qué ha experimentado este discípulo en Jesús
resucitado? ¿Qué es lo que ha transformado
al hombre hasta entonces dubitativo y vacilante? ¿Qué recorrido interior le ha
llevado del escepticismo hasta la confianza? Lo sorprendente es que, según el
relato, Tomás renuncia a verificar la verdad de la resurrección tocando las
heridas de Jesús. Lo que le abre a la fe es Jesús mismo con su invitación.
A lo largo de estos años, hemos cambiado mucho por dentro.
Nos hemos hecho más escépticos, pero también más frágiles. Nos hemos hecho más
críticos, pero también más inseguros. Cada uno hemos de decidir cómo queremos
vivir y cómo queremos morir. Cada uno hemos de responder a esa llamada que,
tarde o temprano, de forma inesperada o como fruto de un proceso interior, nos
puede llegar de Jesús: «No seas incrédulo, sino creyente».
Tal vez, necesitamos despertar más nuestro deseo de verdad.
Desarrollar esa sensibilidad interior que todos tenemos para percibir, más allá
de lo visible y lo tangible, la presencia del Misterio que sostiene nuestras
vidas. Ya no es posible vivir como personas que lo saben todo. No es verdad.
Todos, creyentes y no creyentes, ateos y agnósticos, caminamos por la vida
envueltos en tinieblas. Como dice Pablo de Tarso, a Dios lo buscamos «a
tientas».
¿Por qué no enfrentarnos al misterio de la vida y de la
muerte confiando en el Amor como última Realidad de todo? Ésta es la invitación
decisiva de Jesús. Más de un creyente siente hoy que su fe se ha ido
convirtiendo en algo cada vez más irreal y menos fundamentado. No lo sé. Tal
vez, ahora que no podemos ya apoyar nuestra fe en falsas seguridades, estamos
aprendiendo a buscar a Dios con un corazón más humilde y sincero.
No hemos de olvidar que una persona que busca y desea
sinceramente creer, para Dios es ya creyente. Muchas veces, no es posible hacer
mucho más. Y Dios, que comprende nuestra impotencia y debilidad, tiene sus
caminos para encontrarse con cada uno y ofrecerle su salvación.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Tomás quería meter el dedo en el agujero de los clavos y la
mano en la herida del costado. Las llagas son, no solamente un piadoso memorial
de la Pascua del Señor, sino un argumento de fe, la prueba más convincente de
la verdad, y son urgencias de amor.
Memorial de la Pasión.
Actualizan los sufrimientos del Mesías, pero, sobre todo,
actualizan la grandeza salvadora de su amor. En sus llagas fuimos curados, nos
dice Isaías 53,4-5. Cargó con nuestras dolencias y nuestros pecados. A través
de sus llagas podemos asomarnos al misterio del amor misericordioso de Dios.
Dentro de tus llagas escóndeme.
Lo mismo que él cargó con nuestras dolencias y nuestros
pecados, ¿seríamos capaces nosotros de cargar con los sufrimientos y los
dolores de los hermanos?
Argumentos de fe.
Parece que lo que convenció a Tomás fueron las llagas.
Palpando creyó, confesó, se entregó. No se fiaba de palabras ni de experiencias
ajenas. Tenía que quemarse, quemar sus dudas en las hogueras del que fue
crucificado. Por eso, hoy se necesitan más testigos que maestros, porque hemos
llegado a tal punto de increencia que sólo las llagas pueden convencer.
Urgencia de amor.
Jesús nos amó hasta la sangre. Pero, “todavía no habéis
llegado a la sangre de vuestra pelea contra el pecado” (Heb 12,4); ni hemos
llegado a la sangre en la pelea contra la injusticia o en el combate por la
paz, ni hemos llegado a la sangre en el ministerio de la caridad.
ORACIÓN
Dios todopoderoso, concédenos que la gracia recibida en este
sacramento pascual permanezca siempre en nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Paxi
Velasco FANO
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