“Somos unos pobres
siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”
6 DE OCTUBRE
XXVII DOMINGO DEL
TIEMPO ORDINARIO ©
1ª Lectura: Habacuc:
1,2-3; 2,2-4
“El justo por su fe
vivirá”
Salmo 94: Ojalá
escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón”
2ª Lectura: 2ª Timoteo:
1,6-8, 13-14
“No te avergüences del
testimonio de nuestro Señor”.
PALABRA DEL DÍA
Lucas: 17,5-10
“Los Apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la
fe".
El respondió: "Si ustedes tuvieran fe del tamaño
de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: 'Arráncate de raíz
y plántate en el mar', ella les obedecería.
Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para
arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: 'Ven
pronto y siéntate a la mesa'?
¿No le dirá más bien: 'Prepárame la cena y recógete la
túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás
después'?
¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque
hizo lo que se le mandó?
Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se
les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con
nuestro deber'".
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Los Apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la
fe".
El respondió: "Si ustedes tuvieran fe del tamaño
de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: 'Arráncate de raíz
y plántate en el mar', ella les obedecería.
Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para
arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: 'Ven
pronto y siéntate a la mesa'?
¿No le dirá más bien: 'Prepárame la cena y recógete la
túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás
después'?
¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque
hizo lo que se le mandó?
Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se
les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con
nuestro deber'".
REFLEXIÓN
La primera lectura de este domingo nos recuerda que “el justo
vivirá por su fe”. Es decir, que la fidelidad a Dios, la confianza puesta en el
Padre del cielo, es lo único que nos puede salvar. Estas palabras nos quieren
hacer notar la importancia de la fe. La fe no es sólo creer unas verdades
teológicas que decimos y profesamos en el Credo, sino que es mucho más. Tener
fe es poner toda nuestra confianza en Jesús que nos ha salvado. Y en esto,
todos los cristianos podemos afirmar que tenemos fe, por esto nos reunimos el
domingo, por esto nos reunimos en la Iglesia. Pero no debemos conformarnos con
ello: la fe, como una planta, tiene que ir creciendo.
Esta fe tiene que llevarnos a un compromiso, no puede
permanecer estancada, tenemos que alimentarla, tenemos que cuidar el don de la
fe que un día recibimos. Y quien puede darnos esta ayuda es el Espíritu Santo
que habita en nuestros corazones. Una fe que, como expresaba santa Teresa de
Jesús, tiene que ser un diálogo de amor entre la persona y Dios. Diálogo que
surge de la oración en la que pedimos a Dios que atienda nuestros anhelos,
nuestros deseos, nuestras penas y alegrías. Y que tiene como punto culminante
la disposición del corazón para escuchar a Dios. Pues la fe en Dios no es una
solución de nuestras dificultades, no
nos saca las castañas del fuego, no resuelve nuestros problemas. Pero si que
nos da un sentido y un rumbo, nos da una seguridad que va más allá de nosotros
mismos, nos da una esperanza y una alegría que nos permiten afrontar, sin
rehuirlas, las adversidades de la vida, con una profundidad que sólo podemos
encontrar en Dios.
Así pues, más que un pedir, la fe que surge de la oración
descubre y encuentra su sentido más profundo en cumplir la voluntad del Señor,
con los mismos sentimientos que Cristo, dando gracias al Señor por los dones
recibidos. Conviene pues que revisemos cómo es nuestro diálogo con Dios. Quizá
demasiadas veces nuestra oración se dirige a Dios para pedir cosas que quizás
no nos conviene. En muchas ocasiones nuestra plegaria se eleva para rendir
cuentas con Dios. Y Dios nos enseña que la plegaria es llegar a ser como Dios,
llegar a pensar como él, pedir por los que más lo necesitan, pedir para
descubrir los caminos que el Señor nos tiene preparados, para abrir nuestro
corazón a su voluntad.
Nadie ha dicho que fuese fácil descubrir cuál es la voluntad
de Dios, ni el mismo Jesús. Pero sí podemos descubrir su voluntad escuchando su
Palabra, aumentando nuestro ritmo de oración que muchas veces olvidamos y
dejamos en un segundo plano como si fuera algo secundario y poco importante.
Hoy Jesús nos invita a la fe, nos invita a rezar, nos invita a que pidamos en
la oración más fe: “Señor auméntanos la fe”. La fe lo fundamenta todo. La fe
hace que Dios actúe en nuestra vida. La fe significa creer que estamos
convencidos de que Jesús es la vida, la verdad y el camino, y que confiamos en
él. Hoy se nos invita a examinar si nuestra fe es firme y verdadera, si tenemos
presente a Dios en nuestra vida.
ENTRA EN TU INTERIOR
AUMÉNTANOS LA FE
De manera abrupta, los discípulos le hacen a Jesús una
petición vital: «Auméntanos la fe». En otra ocasión le habían pedido:
«Enséñanos a orar». A medida que Jesús les descubre el proyecto de Dios y la
tarea que les quiere encomendar, los discípulos sienten que no les basta la fe
que viven desde niños para responder a su llamada. Necesitan una fe más robusta
y vigorosa.
Han pasado más de veinte siglos. A lo largo de la historia,
los seguidores de Jesús han vivido años de fidelidad al Evangelio y horas
oscuras de deslealtad. Tiempos de fe recia y también de crisis e incertidumbre.
¿No necesitamos pedir de nuevo al Señor que aumente nuestra fe?
Señor, auméntanos la fe. Enséñanos que la fe no consiste en
creer algo sino en creer en ti, Hijo encarnado de Dios, para abrirnos a tu Espíritu,
dejarnos alcanzar por tu Palabra, aprender a vivir con tu estilo de vida y
seguir de cerca tus pasos. Sólo tú eres quien "inicia y consuma nuestra
fe".
Auméntanos la fe. Danos una fe centrada en lo esencial,
purificada de adherencias y añadidos postizos, que nos alejan del núcleo de tu
Evangelio. Enséñanos a vivir en estos tiempos una fe, no fundada en apoyos
externos, sino en tu presencia viva en nuestros corazones y en nuestras
comunidades creyentes.
Auméntanos la fe. Haznos vivir una relación más vital
contigo, sabiendo que tú, nuestro Maestro y Señor, eres lo primero, lo mejor,
lo más valioso y atractivo que tenemos en la Iglesia. Danos una fe contagiosa
que nos oriente hacia una fase nueva de cristianismo, más fiel a tu Espíritu y
tu trayectoria.
Auméntanos la fe. Haznos vivir identificados con tu proyecto
del reino de Dios, colaborando con realismo y convicción en hacer la vida más
humana, como quiere el Padre. Ayúdanos a vivir humildemente nuestra fe con
pasión por Dios y compasión por el ser humano.
Auméntanos la fe. Enséñanos a vivir convirtiéndonos a una
vida más evangélica, sin resignarnos a un cristianismo rebajado donde la sal se
va volviendo sosa y donde la Iglesia va perdiendo extrañamente su cualidad de
fermento. Despierta entre nosotros la fe de los testigos y los profetas.
Auméntanos la fe. No nos dejes caer en un cristianismo sin
cruz. Enséñanos a descubrir que la fe no consiste en creer en el Dios que nos
conviene sino en aquel que fortalece nuestra responsabilidad y desarrolla nuestra
capacidad de amar. Enséñanos a seguirte tomando nuestra cruz cada día.
Auméntanos la fe. Que te experimentemos resucitado en medio
de nosotros renovando nuestras vidas y alentando nuestras comunidades.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Precisamente, el ritmo del mundo en el que vivimos, muchas
veces no nos deja espacio para recoger nuestra alma y alabar a Dios. Estamos
demasiado ocupados, tenemos demasiadas prisas. Cuesta, en medio de toda esta
confusión, encontrar espacios para la oración. A veces, este contacto con Dios
lo podremos hacer renovando nuestras plegarias de la infancia. Lo podremos
hacer bendiciendo la mesa orando por nuestra familia. Muchos grupos cristianos
hoy, rezan la oración de la Iglesia con la Liturgia de las Horas. ¡Qué experiencia
tan enriquecedora una familia que hace de la oración algo cotidiano y natural!
Revivamos pues nuestra fe en la oración. Así ganaremos en paz, esperanza,
caridad y fortaleza, aparte de en testimonio cristiano.
Ya en el Evangelio, Jesús nos ofrece una parábola que quiere
poner de relieve la gratuidad del don de Dios, refutando la doctrina farisea de
los méritos. Nos presenta la parábola de la relación del criado con su amo.
Jesús nos invita a contemplarlo todo como un don gratuito de Dios, donde todos “somos
unos pobres siervos, hemos hecho todo lo que teníamos que hacer”. La
importancia, pues, no se encuentra en hacer muchas cosas, sino e hacer bien el
trabajo que nos corresponde. Y hoy una de las tareas que Jesús nos pide con
insistencia es la oración. Pidamos, pues, en la Eucaristía, en la que el Señor
nos alimenta con el pan de su Cuerpo y su Palabra, que crezca en nosotros este
deseo de encontrar momentos para el Señor, momentos de silencio y de encuentro
con Dios que habita en nuestros corazones y que nos empuja a amar a Dios y a
los hermanos.
ORACIÓN
Dios todopoderoso y eterno, que con amor generoso desbordas
los méritos y deseos de los que te suplican, derrama sobre nosotros tu
misericordia para que libres nuestra conciencia de toda inquietud, y nos
concedas aún aquello que no nos atrevemos a pedir.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Paxi
Velasco FANO
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