“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo
único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida
eterna.”
11 DE
MARZO
CUARTO
DOMINGO DE CUARESMA
“LAETARE”
Primera
Lectura: Crónicas 36,14-16-19-23
La ira
del Señor desterró a su pueblo; su misericordia lo liberó.
Salmo 136
Tu recuerdo,
Señor, es mi alegría.
Segunda
Lectura: Efesios 2,4-10
Muertos
por los pecados, ustedes han sido salvados por la gracia.
EVANGELIO
DEL DÍA
Juan
3,14-21
“En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: “Lo mismo que Moisés
elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del
hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al
mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen
en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para
juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no
será juzgado, el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre
del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y
los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues
todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no
verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la
luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Dijo Jesús:
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en
el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para
que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino
para que el mundo se salve por él.»
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está
condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los
hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por
temor de que sus obras sean descubiertas.
En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la
luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios”.
REFLEXIÓN
Nosotros creemos que Dios es Amor. Éste es nuestro principio y
fundamento, nuestro sol y seguridad, nuestro sentido y nuestra meta.
Nicodemo tenía sed, y fue a beber de la fuente de Cristo,
y encontró un misterioso manantial, como lo encontró la samaritana. Nicodemo
quería ver, y fue a la estrella de Jesucristo, y encontró una luz que cegaba y
transformaba, sobredosis de luz. Nicodemo iba buscando nuevos caminos de
verdad, y se encontró con el Camino y la Verdad.
Nicodemo iba con la ley en la mano, deseando un mejor conocimiento y
aplicación de la misma, y encontró un fuego en el que las leyes se quemaban,
pero se grababan en su corazón.
Nicodemo escucha palabras divinas: Tanto amó Dios al mundo… Para que no
perezca ninguno… sino que tengan vida eterna… El que realiza la verdad se
acerca a la luz…
¡Tanto amó! Dios es Amor, pero sobrepasando nuestros conceptos y nuestras
medidas. Si vemos los signos de este amor, producen en nosotros un sentimiento
de admiración pero, ¿cómo es posible?, ¿cómo puede ser tanto? Es algo que nos
desborda: ¡tanto, tanto!
Dios es Amor. El amor no es un atributo de Dios, es una definición, es su
naturaleza. Dios consiste en amar. Dios no puede hacer otra cosa que amar, no
puede hacer nada, por muy omnipotente que sea, que vaya contra el amor, porque
se destruiría a sí mismo. “¡Dios es amor!”
¿La verdad? Todos la buscamos. Pues he aquí, la verdad es el amor. El que
vive en el amor encuentra la luz. ¿La vida? Todos la deseamos. Pues he aquí, la
vida es el amor. El que no ama está muerto.
El bien más grande: el Amor. La verdad es que nos sería necesario
destacar en el amor, ya que ésta es la gran característica de Dios. Esta
realidad es la que engendra vida: “Por el gran amor con que nos amó, estando
nosotros muertos por nuestros pecados, nos ha hecho vivir con Cristo…”Es muy
cierto, el egoísmo y el orgullo provocan la muerte espiritual y la destrucción
de nuestras vidas y relaciones.
En cambio, la
generosidad de Dios nos ha salvado. Él nos ha concedido el don de la fe y la
salvación ha llegado a nuestras vidas, sencillamente por su gracia, no por
ningún mérito nuestro.
Dios no envió a su Hijo
para condenar al mundo, sino para salvarlo. Basta con aceptar esta salvación,
esta propuesta de felicidad desde la fe. Dios no quiere que nadie se pierda, no
quiere la tristeza ni el sinsentido en la vida. Por eso hoy debemos recordar
que ya estamos salvados gracias a Cristo crucificado y Resucitado. La salvación
ya ha llegado al mundo, pero nuestro esfuerzo está en abrir nuestro corazón y
dejar que Cristo habite permanentemente en nosotros, y así vivir en la luz y la
verdad. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
¡Hasta qué punto somos sus amigos! Es el mejor argumento de la gratuidad y la
generosidad de Dios.
ENTRA EN
TU INTERIOR
DIOS AMA
AL MUNDO
No es una frase más. Palabras que se pudieran eliminar del Evangelio, sin
que nada importante cambiara. Es la afirmación que recoge el núcleo esencial de
la fe cristiana. «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único». Este
amor de Dios es el origen y el fundamento de nuestra esperanza.
«Dios ama al mundo». Lo ama tal como es. Inacabado e incierto. Lleno de
conflictos y contradicciones. Capaz de lo mejor y de lo peor. Este mundo no
recorre su camino solo, perdido y desamparado. Dios lo envuelve con su amor por
los cuatro costados. Esto tiene consecuencias de la máxima importancia.
Primero, Jesús es, antes que nada, el «regalo» que Dios ha hecho al
mundo, no sólo a los cristianos. Los investigadores pueden discutir sin fin
sobre muchos aspectos de su figura histórica. Los teólogos pueden seguir
desarrollando sus teorías más ingeniosas. Sólo quien se acerca a Jesucristo
como el gran regalo de Dios, puede ir descubriendo en todos sus gestos, con
emoción y gozo, la cercanía de Dios a todo ser humano
Segundo. La razón de ser de la Iglesia, lo único que justifica su
presencia en el mundo es recordar el amor de Dios. Lo ha subrayado muchas veces
el Vaticano II: la Iglesia «es enviada por Cristo a manifestar y comunicar el
amor de Dios a todos los hombres». Nada hay más importante. Lo primero es
comunicar ese amor de Dios a todo ser humano.
Tercero. Según el evangelista, Dios hace al mundo ese gran regalo que es
Jesús, «no para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él». Es
muy peligroso hacer de la denuncia y la condena del mundo moderno todo un
programa pastoral. Sólo con el corazón lleno de amor a todos, nos podemos
llamar unos a otros a la conversión. Si las personas se sienten condenadas por
Dios, no les estamos transmitiendo el mensaje de Jesús sino otra cosa: tal vez,
nuestro resentimiento y enojo.
Cuarto. En estos momentos en que todo parece confuso, incierto y
desalentador, nada nos impide a cada uno introducir un poco de amor en el
mundo. Es lo que hizo Jesús. No hay que esperar a nada. ¿Por qué no va a haber
en estos momentos hombres y mujeres buenos, que Introducen entre nosotros amor,
amistad, compasión, sensibilidad, justicia y ayuda a los que sufren…? Estos
construyen la Iglesia de Jesús, la Iglesia del amor.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Señor, Padre Santo, te doy gracias, porque tanto amaste al mundo, que le
entregaste a tu único Hijo. Esta es la prueba más brillante de la inmensidad de
tu amor, de tu generosidad infinita. Cristo, tu Hijo, es la gloriosa
manifestación de tu misterio. Cristo es el Amor divino encarnado y regalado.
Nos entregaste a tu Hijo en el doble sentido de donación
y de inmolación. Nos diste a tu Hijo, tu único Hijo, nos lo regalaste. Y nos lo
diste no para un tiempo determinado o una misión concreta, nos lo diste para
siempre y para todo. Gracias, Señor.
ORACIÓN
Señor Dios, luz que alumbra a todo hombre que viene a
este mundo, ilumina nuestros corazones con el resplandor de tu gracia, para que
podamos siempre pensar lo que es digno y grato a tus ojos y amarte con sincero
corazón.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
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