domingo, 19 de febrero de 2017

26 DE FEBRERO: VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A)



“No podéis servir a Dios y al dinero”.
26 DE FEBRERO
VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A)
1ª Lectura: Isaías 49,14-15
Yo no te olvidaré.
Salmo 61
Descansa solo en Dios, alma mía.
2ª Lectura: 1 Corintios 4,1-5
El Señor pondrá al descubierto los designios del corazón.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 6,24-34
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: no estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo, buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Dijo Jesús a sus discípulos:
Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.
Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?
Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos?
¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?
¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer.
Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos.
Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!
No se inquieten entonces, diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?
Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.
Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.
No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción”.
REFLEXIÓN
            El evangelio de hoy prosigue la lectura del Discurso evangélico del Monte en el que Jesús proclama las actitudes fundamentales del discípulo para asimilar el nuevo talante del Reino de Dios que Jesús anuncia, pasaje de gran belleza literaria, Jesús define la actitud del cristiano ante el dinero y la subsistencia material que en él se fundamenta. Parece, esta actitud, un eco de la bienaventuranza primera: la de los pobres de espíritu y de hecho.
            “Nadie puede estar al servicio de dos amos… No podéis servir a Dios y al dinero”. Realmente es incompatible el servicio satisfactorio a dos señores. El Dios de la revelación es un Dios “celoso”, como se afirma con frecuencia en el Antiguo Testamento, especialmente en los Salmos y el Pentateuco; por tanto, no admite rival. Pero resulta que el dios dinero, también es totalizante; y cuando se apodera del corazón del hombre destrona cualquier otra deidad.
            Jesús propone la opción a seguir: servir al Señor, abandonándose a su providencia amorosa de Padre. Idea que apoya en dos preciosas imágenes de la naturaleza: Si los pájaros y los lirios del campo son objeto del cuidado de Dios que provee gratuitamente a su subsistencia, cuanto más lo será el hombre que vale mucho más.
            Una doble invitación nos propone Jesús:
            “No os agobiéis por la vida, el alimento y el vestido”. Hasta cuatro veces se excluye en el texto la preocupación angustiosa por el sustento diario. El aviso se dirige tanto al rico a quien le sobre y que puede ser esclavizado por la obsesión del tener, como al pobre a quien le falta y que igualmente puede ser avasallado por la psicosis de penuria. Ya sabe nuestro Padre del cielo que tenemos necesidad de todo eso.
            “Buscad sobre todo el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura”. Esta conclusión responde a la actitud básica del cristiano, seguidor de Cristo. Mediante la opción prioritaria por Dios y su Reinado amoroso en nuestra vida y en nuestro mundo, establecemos la jerarquía de valores querida por Jesús. En el primer lugar de nuestras prioridades ha de estar Dios. Así el resto, cada cosa, ocupa su lugar apropiado.
            El Señor no dice buscad “únicamente”, sino buscad “sobre todo” el Reino de Dios; con lo cual no excluye lo demás, pero lo coloca en un segundo plano. Jesús es realista y no un soñador ebrio de poesía, trinos y flores. Él sabe que nosotros no somos pájaros o lirios, y que necesitamos ganarnos la vida con diligencia y trabajo; pero descubriendo a cada paso la providencia de Dios y confiándonos totalmente al Padre, sin angustias obsesivas por la adquisición de cosas.


            Al final de nuestra escucha de la Palabra se impone un examen personal y comunitario, orientado a la conversión de actitudes, mentalidad y conducta conforme al criterio y ejemplo de Cristo. ¿Quién es el dios a quien sirvo? Nos urge una opción al dilema inicial: No podéis servir a Dios y al dinero… Buscad sobre todo el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura.
La propuesta de Jesús es clara. Dejemos de ser siervos del dinero y esclavos de nosotros mismos, para servir al Señor con alegría y libres de la angustia y de la fiebre posesiva. Confiados en su Providencia, repitamos la oración del Señor: venga a nosotros tu Reino, y danos hoy nuestro pan de cada día.
ENTRA EN TU INTERIOR
LO PRIMERO
«Sobre todo, buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura». Las palabras de Jesús no pueden ser más claras. Lo primero que hemos de buscar sus seguidores es “el reino de Dios y su justicia”; lo demás viene después. ¿Vivimos los cristianos de hoy volcados en construir un mundo más humano, tal como lo quiere Dios, o estamos gastando nuestras energías en cosas secundarias y accidentales?
No es una pregunta más. Es decisivo saber si estamos siendo fieles al objetivo prioritario marcado por Jesús, o estamos desarrollando una religiosidad que nos está desviando de la pasión que llevaba él en su corazón. ¿No hemos de corregir la dirección y centrar nuestro cristianismo con más fidelidad en el proyecto del reino de Dios?
La actitud de Jesús es diáfana. Basta leer los evangelios. Al mismo tiempo que vive en medio de la gente trabajando por una Galilea más sana, más justa y fraterna, más atenta a los últimos y más acogedora a los excluidos, no duda en criticar una religión que observa el sábado y cuida el culto mientras olvida que Dios quiere misericordia antes que sacrificios.
El cristianismo no es una religión más, que ofrece unos servicios para responder a la necesidad de Dios que tiene el ser humano. Es una religión profética nacida de Jesús para humanizar la vida según el proyecto de Dios. Podemos “funcionar” como comunidades religiosas reunidas en torno al culto, pero si no contagiamos compasión ni exigimos justicia, si no defendemos a los olvidados ni atendemos a los últimos, ¿dónde queda el proyecto que animó la vida entera de Jesús?
Tal vez, la manera más práctica de reorientar nuestras comunidades hacia el reino de Dios y su justicia es comenzar por cuidar más la acogida. No se trata de descuidar la celebración cultual, sino de desarrollar mucho más la acogida, la escucha y el acompañamiento a la gente en sus penas, trabajos y esperanzas. Compartir el sufrimiento de las personas nos puede ayudar a comprender mejor nuestro objetivo: contribuir desde el Evangelio a un mundo más humano.
En su primera encíclica, Juan Pablo II, recogiendo una idea importante del Concilio Vaticano II, nos recordó a los cristianos cómo hemos de entender la Iglesia. Lo hizo de manera clara. “La Iglesia no es ella misma su propio fin, pues está orientada al reino de Dios del cual es germen, signo e instrumento”. Lo primero no es la Iglesia, sino el reino de Dios. Si queremos una Iglesia más evangélica es porque buscamos contribuir desde ella a buscar un mundo más humano.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Hoy Jesús nos dice: Os preocupáis mucho por el mañana. No os inquietéis tanto. Vivid e hoy, con toda la intensidad que podáis. Cada día tiene su carga y su afán. No acumuléis el de hoy y el de mañana. Vive el presente, y deja el resto para mañana; el ahora es lo que importa. Cada “ahora”, una gracia, una caricia, una llamada y una bendición de Dios.
¿Crees en Dios? Entonces, ¿por qué temes?
¿Sabes que Dios es tu Padre? Entonces, ¿por qué no confías?
¿Sabes que Dios se define como amor? Entonces, ¿por qué no te sientes amado?
¿Recibiste el Espíritu Santo? Entonces, ¿por qué estás triste?
¿Te sabes templo de Dios? Entonces, ¿por qué te sientes solo?
¿Comes mi pan partido? Entonces, ¿por qué no vives en comunión?
¿Sabes que te amé hasta el fin? Entonces, ¿por qué no vives en amor?
¿Sabes que doy la vida por ti? Entonces, ¿por qué temes la muerte?
¿Crees que el Reino de Dios está cerca? Entonces, ¿por qué te duermes o te desanimas? ¿Por qué no adelantas el reino?
¿Rezas el Padrenuestro? Entonces, ¿por qué no compartes tu pan?, ¿y por qué no perdonas de corazón?
¿Sabes que Dios no se cansa de perdonar? Entonces, ¿por qué te agobian la culpa y los pecados?
ORACIÓN
            Concédenos, Señor, que tu poder pacificador dirija el curso de los acontecimientos del mundo y que tu Iglesia se regocije al poder servirte con tranquilidad. Por Jesucristo Ntro. Señor.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano.


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domingo, 12 de febrero de 2017

19 DE FEBRERO: VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A)



“Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian”
19 DE FEBRERO
VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A)
1ª Lectura: Levítico 19,1-2
Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Salmo 102
El Señor es compasivo y misericordioso.
2ª Lectura: 1 Corintios 3,16-23
Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 5,38-48
“Dijo Jesús a sus discípulos: Sabéis que está mandado: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos, a quien te pide4, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas. Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Jesús, dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.
Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra.
Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto;
y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.
Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;
así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?
Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo”.
REFLEXIÓN
Es hermosa la imagen del sol que brilla para todos los hombres sin discriminar a nadie. Si Dios tuviera que castigar cada vez a sus “enemigos”, ¡menudo lío! ¿Y qué pasa con nosotros? En el fondo de la idea de castigo está la de una justicia del “ojo por ojo y diente por diente”. Tal falta será reparada con tal sanción. Dios no es así: no castiga, convierte. No pierde el tiempo en ver lo que pasa, va derecho al corazón.
            “Vosotros, pues, sed perfectos…”. Y la perfección se concreta en el perdón, que es el don por excelencia. Perdonar es recrear, liberar, creer en el otro, abrirle la posibilidad de una nueva vida. ¿Escuchará esta vez? ¿Todos nuestros enemigos se harán nuestros amigos en la medida de nuestro perdón? Nada es menos cierto; pero lo que se nos pide es que actuemos como Dios. El futuro es de él: no le cerremos la puerta con nuestra dureza. Además, la historia de Dios con los hombres lo atestigua: cuando el amor es totalmente desarmado, se convierte en lo que verdaderamente desarma. Ahí está una ley nueva, la ley del Reino. Supone una mirada distinta al mundo que sólo se comprende desde la fe. Pero, a este nivel, es la ley más eficaz que jamás se haya imaginado. La ley del Dios vivo.
            Con este evangelio de hoy concluye Mateo 5, la primera parte del Discurso del Monte, que con las Bienaventuranzas y las seis Antítesis viene a promulgar la carta magna del Evangelio, la constitución del pueblo de la nueva Alianza. Hoy se leen las dos últimas antítesis: Perdón en vez de venganza, y amor al enemigo en vez de odio. Punto culminante de la doctrina de Jesús. Junto con su lugar paralelo, Lc 6,27-38, es una de las páginas de más altura de toda la literatura universal.
Es de tal envergadura el giro que Cristo propone, que en ello empeña de nuevo su autoridad mesiánica: Habéis oído que se dijo a los antiguos…, pero yo os digo. Oposición frontal a la tradición legal de letrados y fariseos.
La Ley del Talión, se formula al menos tres veces en diversas perícopas del Pentateuco. En síntesis: Vida por vida, ojo por ojo, diente por diente. Es decir, puedes vengarte en la medida en que has sido ofendido; puedes cobrar o pagar con la misma moneda. Hay que reconocer que el espíritu de venganza, una ley del talión a nuestra manera, está bien enraizado en el corazón humano, en todos nosotros. Lo decimos y oímos decir con pleno descaro: El que me la hace, me la paga…No te dejes pisar… El que ríe el último, ríe dos veces… La mejor defensa, el ataque.

Pues bien, para Jesús todo esto queda excluido. No sólo la venganza efectiva sino también el deseo de la misma, hasta llegar a renunciar a la justicia vindicativa y a toda violencia activa, incluso como autodefensa: “No hagáis frente al que os agravia; al contrario…” Y desarrolla su afirmación con cuatro ejemplos o situaciones diversas: bofetada, pleito, requerimiento y préstamos. Muestras intencionadamente paradójicas, que no son para ser tomadas al pie de la letra en su situación circunstancial, pero sí en su espíritu de perdón, reconciliación y fraternidad.
Jesús comienza la antítesis afirmando en la primera parte: “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Defectivamente en la primera lectura hallamos la primera parte del aserto; si bien el prójimo significa en Lv 19,18 el pariente y el compatriota judío. La segunda parte: “y aborrecerás a tu enemigo” no se encuentra literalmente en ningún pasaje del antiguo Testamento y menos aún del Nuevo. Pero la deducían los israelitas como conclusión de la primera parte: Todo el que no pertenecía al Pueblo de la Alianza desconocía al Dios verdadero, y era extraño, “enemigo”, a quien no había por qué amar. Ese es el sentido.
Pues bien, Jesús una vez más rompe con la tradición de los rabinos y va más allá: “Yo, en cambio, os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian”. El paso que Cristo da es de gigante y para gigantes. No contento con ampliar el concepto de prójimo a toda persona sin distinción, y el del perdón hasta setenta veces siete, preceptúa además el amor incluso al enemigo- ¡Increíble! El no va a más… Jesús declara inviable y anticuada nuestra división tan usual de las personas en amigos y enemigos; para el que ama, ya no hay más que hermanos, hijos del mismo Padre Dios.
“Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Esta conclusión de las seis antítesis es la motivación de todo lo anterior. Base ética profundamente religiosa: Imitación del ejemplo de Dios, a cuya imagen está hecho el hombre. “Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir        su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos”. Al discípulo de Cristo no le basta saludar y amar a los amigos; eso lo hace cualquiera. Al cristiano se le pide más. Vosotros sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto, concluye Jesús. Eco agrandado a la motivación-estribillo de la Ley de santidad del Levítico: “Seréis santos porque yo el Señor vuestro Dios soy santo” (Lv 19,2).
ENTRA EN TU INTERIOR
UNA LLAMADA ESCANDALOSA
La llamada al amor es siempre seductora. Seguramente, muchos acogían con agrado la llamada de Jesús a amar a Dios y al prójimo. Era la mejor síntesis de la Ley. Pero lo que no podían imaginar es que un día les hablara de amar a los enemigos.
Sin embargo, Jesús lo hizo. Sin respaldo alguno de la tradición bíblica, distanciándose de los salmos de venganza que alimentaban la oración de su pueblo, enfrentándose al clima general de odio que se respiraba en su entorno, proclamó con claridad absoluta su llamada: “Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os calumnian”.
Su lenguaje es escandaloso y sorprendente, pero totalmente coherente con su experiencia de Dios. El Padre no es violento: ama incluso a sus enemigos, no busca la destrucción de nadie. Su grandeza no consiste en vengarse sino en amar incondicionalmente a todos. Quien se sienta hijo de ese Dios, no introducirá en el mundo odio ni destrucción de nadie.
El amor al enemigo no es una enseñanza secundaria de Jesús, dirigida a personas llamadas a una perfección heroica. Su llamada quiere introducir en la historia una actitud nueva ante el enemigo porque quiere eliminar en el mundo el odio y la violencia destructora. Quien se parezca a Dios no alimentará el odio contra nadie, buscará el bien de todos incluso de sus enemigos.

Cuando Jesús habla del amor al enemigo, no está pidiendo que alimentemos en nosotros sentimientos de afecto, simpatía o cariño hacia quien nos hace mal. El enemigo sigue siendo alguien del que podemos esperar daño, y difícilmente pueden cambiar los sentimientos de nuestro corazón.
Amar al enemigo significa, antes que nada, no hacerle mal, no buscar ni desear hacerle daño. No hemos de extrañarnos si no sentimos amor alguno hacia él. Es natural que nos sintamos heridos o humillados. Nos hemos de preocupar cuando seguimos alimentando el odio y la sed de venganza.
Pero no se trata solo de no hacerle mal. Podemos dar más pasos hasta estar incluso dispuestos a hacerle el bien si lo encontramos necesitado. No hemos de olvidar que somos más humanos cuando perdonamos que cuando nos vengamos alegrándonos de su desgracia.
El perdón sincero al enemigo no es fácil. En algunas circunstancias a la persona se le puede hacer en aquel momento prácticamente imposible liberarse del rechazo, el odio o la sed de venganza. No hemos de juzgar a nadie desde fuera. Solo Dios nos comprende y perdona de manera incondicional, incluso cuando no somos capaces de perdonar.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Jesús nos pide que el mal sea vencido por el bien.
Jesús despliega, pues, un futuro. El hombre que se encierra en el odio desea la eliminación de su enemigo. Si se conmueve ante la bondad que se le testimonia, renunciará quizás al mal y se volverá él mismo bueno. El bien habrá vencido al mal. El perdón abre un espacio de libertad y postula una lógica distinta de la del mal.
“Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Aplicar el Evangelio a la perfección. Pero ¿no puede ser descorazonador? ¿Quién puede llegar a conseguirlo? La perfección de Dios es el amor, así es el que ama, de verdad.
ORACIÓN FINAL
Señor, al final de cada Eucaristía nos envías con un encargo: “Sed santos”. Quiero tomarme esto en serio y preocuparme de lo que tú quieres. Amar generosamente en las mil ocasiones que me va brindando el día. Al estilo de Cristo.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano.


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domingo, 5 de febrero de 2017

12 DE FEBRERO: VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.


“Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”.
12 DE FEBRERO
VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª Lectura: Eclesiástico 15,16-21
No mandó pecar al hombre.
Salmo 118:
Dichoso el que camina en la voluntad del Señor
2ª Lectura: 1 Corintios 2,6-10
Dios predestinó la sabiduría antes de los siglos para nuestra gloria.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 5,17-37
“Dijo Jesús a sus discípulos: “No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el reino de los cielos. Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto. Habéis oído el mandamiento: “No cometerás adulterio”. Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer. Sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el abismo. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a pasar entero al abismo. Está mandado: “El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio”. Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer –excepto en caso de prostitución- la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio-. Sabéis que se mandó a los antiguos: “No jurarás en falso” y “cumplirás tus votos al Señor”. Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno”
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal.
Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,
deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.
Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio.
Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.
Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.
También se dijo: El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio.
Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio.
Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor.
Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios,
ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey.
No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos.
Cuando ustedes digan 'sí', que sea sí, y cuando digan 'no', que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.”
REFLEXIÓN
            Seguir a Jesucristo, ser su discípulo, es lo más grande y lo más gratificante que nos puede pasar. Pero no es fácil, ni es cómodo. Jesús explica con claridad sus exigencias, incluso parece a veces exagerado, o que pone el acento en la dificultad. No se nos pide mucho, se nos pide todo. Quiere que lo dejemos todo, que nos vaciemos todo, que nos sacrifiquemos del todo. Claro que es para ganarlo todo, para llenarnos del todo.
            En la página evangélica de hoy, nos explica Jesús algunos de los contenidos de su ley. Está en línea con la ley antigua, pero renovada, mejorada. Puede que la letra suene igual, pero la música, el contenido de fondo, el espíritu es nuevo.
            Los fariseos se consideraban unos santos. Cumplían la ley a la perfección. Y no era fácil. Sabemos el yugo insoportable que significaba esa ley. Tenían que tener en cuenta nada menos que 613 preceptos, con sus meticulosas interpretaciones. Era para ponerse enfermo.
            Jesús nos pide una perfección mayor, pero en línea liberadora. “Mi yugo es ligero”, diría. No tantas leyes: que si el sábado, que si el ayuno, que si las purificaciones, que si diezmo… Menos leyes, pero importantes, como la justicia, la tolerancia, la solidaridad, la misericordia. Y si queréis una sola, la ley del amor.
            Tampoco hay que cumplir porque esté mandado, por miedo al castigo, por aparecer perfecto. ¡Cuánta hipocresía! Se cumple con la boca, con las manos, pero no con el corazón. Hay que cumplir porque sale del alma, porque lo necesita el hermano, porque nos lo pide Dios.
            La santidad no depende de la cantidad, sino del espíritu, del Espíritu. No cuántas cosas hacemos, sino cómo y por qué las hacemos, qué amor ponemos en lo que hacemos. Aunque sean menos cosas, aunque sean más pequeñas, aunque sean como dos reales, como la ofrenda de la viuda en el templo, pero hechas con mucha generosidad, con entera gratuidad. La santidad no está en el rigor, sino en el amor.
            Los mandamientos antiguos eran leyes de mínimos, exigencias negativas que no se deben traspasar. No jurar, no robar, no matar, no desear… Bastaba con no hacer mal. El mandamiento de Jesús apunta hacia el máximo, hacia el mayor amor. No es cuestión de no matar, sino de dar la vida. No es cuestión de no vengarse, sino de perdonar. No es cuestión de no odiar, sino de amar al enemigo. No es cuestión de no cometer adulterio, sino de ser fiel en el matrimonio, con amor creciente, hasta el fin.
            Vivir la ley de Dios en su espíritu es preguntarse por cuál es toda la voluntad de Dios sobre la existencia humana, interpretando cada parte o elemento de esa ley desde la perspectiva global y total de la Palabra divina.
            Desde esta perspectiva, bien podemos afirmar que si los cristianos no somos hoy todo el fermento y la sal que debemos ser en el mundo, no es por llevar a la práctica toda la Palabra de Dios según lo dicta el Espíritu, sino precisamente todo lo contrario: por haberla cercenado y por haberla violentado hasta reducirla a una simple fórmula que deja intacto nuestro corazón y nuestras íntimas intenciones. ¿Acaso no nos quedamos tranquilos en nuestra conciencia porque venimos a la misa, cuando el espíritu de la eucaristía va mucho más allá de venir o no venir a escuchar una misa? Pero no sólo el espíritu, sino la misma letra referida a la eucaristía es violentada cuando esta celebración no es un encuentro de hermanos que comen juntos como signo de su servicio a toda la comunidad.
            Muchas son las enseñanzas del evangelio de hoy. Pero no podemos desperdigarnos en todas ellas, sino centrarnos en algunos puntos fundamentales, como los referentes al 5º Mandamiento.
            No matar. Es un mandamiento antiguo. En nuestros tiempos tan modernos ya no haría falta ni nombrarlo. Ya se tiene conciencia de la dignidad de la persona humana. La vida es algo sagrado. ¿Quién se atrevería hoy a atentar contra ella?
            Y, por desgracia, parece que nunca como hoy ha valido tan poco la vida humana. Vidas que se arrebatan por dinero, o niños de la calle que desaparecen sin más. O en nuestros países tan ticos y tan desarrollados, ¿cuánto vale la vida de un anciano?
            ¡No matar! ¡Dios mío!, ¿quién podrá contar las víctimas de las guerras, ¿se pueden contar las que esa guerra genocida sin sentido, se está llevando en Siria?
            Hay también maneras indirectas de matar, o dejar morir responsablemente. Cuando, por ejemplo, se proporcionan medios para matar, como el tráfico de armas, la droga, la eutanasia, el aborto. Cuando no se ofrecen los medios para vivir, no se comparten los alimentos, las medicinas, la cultura.
            La enseñanza de Jesús va más allá. No sólo no matar, no se puede odiar, porque “el que odia en un asesino” (1 Jn 3,15). No sólo no odiar, sino perdonar, reconciliarse y amar al enemigo. No puedes comulgar si no comulgas primero con el hermano que te ha ofendido. No sólo perdonar, sino estar dispuesto a dar la vida por el hermano. Lo dice claramente S. Juan: “En esto hemos conocido lo que es amor, en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos” (1 Jn 3,16). Sobra ya cualquier otro comentario.
ENTRA EN TU INTERIOR
ENTENDER LAS LEYES COMO JESÚS
Los judíos hablaban con orgullo de la Ley de Moisés. Era el mejor regalo que habían recibido de Dios. En todas las sinagogas la guardaban con veneración dentro de un cofre depositado en un lugar especial. En esa Ley podían encontrar cuanto necesitaban para ser fieles a Dios.
Jesús, sin embargo, no vive centrado en la Ley. No se dedica a estudiarla ni a explicarla a sus discípulos. No se le ve nunca preocupado por observarla de manera escrupulosa. Ciertamente, no pone en marcha una campaña contra la Ley, pero ésta no ocupa ya un lugar central en su corazón.
Jesús busca la voluntad del Dios desde otra experiencia diferente. Le siente a Dios tratando de abrirse camino entre los hombres para construir con ellos un mundo más justo y fraterno. Esto lo cambia todo. La ley no es ya lo decisivo para saber qué espera Dios de nosotros. Lo primero es "buscar el reino de Dios y su justicia".
Los fariseos y letrados se preocupan de observar rigurosamente las leyes, pero descuidan el amor y la justicia. Jesús se esfuerza por introducir en sus seguidores otro talante y otro espíritu: «si vuestra justicia no es mejor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de Dios». Hay que superar el legalismo que se contenta con el cumplimiento literal de leyes y normas.
Cuando se busca la voluntad del Padre con la pasión con que la busca Jesús, se va siempre más allá de lo que dicen las leyes. Para caminar hacia ese mundo más humano que Dios quiere para todos, lo importante no es contar con personas observantes de leyes, sino con hombres y mujeres que se parezcan a él.
Aquel que no mata, cumple la Ley, pero si no arranca de su corazón la agresividad hacia su hermano, no se parece a Dios. Aquel que no comete adulterio, cumple la Ley, pero si desea egoístamente la esposa de su hermano, no se asemeja a Dios. En estas personas reina la Ley, pero no Dios; son observantes, pero no saben amar; viven correctamente, pero no construirán un mundo más humano.
Hemos de escuchar bien las palabras de Jesús: «No he venido a abolir la Ley y los profetas, sino a dar plenitud». No ha venido a echar por tierra el patrimonio legal y religioso del antiguo testamento. Ha venido a «dar plenitud», a ensanchar el horizonte del comportamiento humano, a liberar la vida de los peligros del legalismo.
Nuestro cristianismo será más humano y evangélico cuando aprendamos a vivir las leyes, normas, preceptos y tradiciones como los vivía Jesús: buscando ese mundo más justo y fraterno que quiere el Padre.
 José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
            Seguimos escuchando el sermón de la Montaña. No es ley nueva, porque se mantiene en la fundamental de la antigua, pero es ley nueva, porque cambia de espíritu, las exigencias y la motivación. No más exigencias que vienen de arriba, del Sinaí, bajo amenazas de muerte, el temor, sino exigencias que nacen de dentro, del Espíritu, con promesas de dicha y plenitud. Porque ya, Dios, el Padre de la misericordia, nos ha dirigido su última y definitiva palabra, ya no habrá otra que su Hijo amado Jesucristo, Palabra hecha carne de tu carne y de la mía.
ORACIÓN
            Te bendigo, Padre, porque el espíritu de las bienaventuranzas de tu Hijo Jesús, nos ha convocado una vez más para ahondar en el sentido de su mensaje, camino verdadero de la vida. Como toda tu palabra, como la Ley y los Profetas, también el evangelio de Jesús es una invitación constante a vivir cada día con más plenitud esta gran aventura de la existencia humana, una aventura cargada de tensiones y de momentos críticos, pero también rebosante de felicidad cada vez que nuestro corazón se abre con sinceridad a una palabra que da sabor a nuestra vida
Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Fano.

Imagen para colorear.