domingo, 19 de enero de 2025

19 DE ENERO; SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO /C(


 

“En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos.”

19 DE ENERO

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: Isaías 62,1-5

La alegría que encuentra el esposo con su esposa, la encontrará tu Dios contigo.

Salmo 95

Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.

2ª Lectura: 1 Corintios 12,4-11

El mismo y único Espíritu reparte a cada uno como a él le parece.

EVANGELIO

Juan 2,1-11

“En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: “No tienen vino”. Jesús le dice: “Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora”. Su madre dice a los sirvientes: “Haced lo que él os diga”. Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice: “Llenad las tinajas de agua”. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: “Sacad ahora y llevadlo al mayordomo”. Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice.: “Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora”. Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí.

Jesús también fue invitado con sus discípulos.

Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: "No tienen vino".

Jesús le respondió: "Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía".

Pero su madre dijo a los sirvientes: "Hagan todo lo que él les diga".

Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una.

Jesús dijo a los sirvientes: "Llenen de agua estas tinajas". Y las llenaron hasta el borde.

"Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete". Así lo hicieron.

El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo

y le dijo: "Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento".

Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.”

REFLEXIÓN

 Por Navidad contemplábamos como “la Palabra se hizo carne”. Dios, que es puro espíritu, se desposa con la humanidad. En todo el Antiguo Testamento va resonando esta idea de la fidelidad conyugal entre Dios y su Pueblo, desde el profeta Oseas. La primera lectura de hoy es una muestra elocuente de ello: “como un joven se casa con su novia, así se desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo” (Is  62,5).

 El evangelio, nos presenta el marco de una fiesta de bodas. Cristo, que es uno de los invitados, termina ofreciendo a los novios un extraordinario regalo. Y, a los discípulos y a todos nosotros, un signo maravilloso, para que creamos en él y en su mensaje, y para que intentemos imitar lo que él hizo.

 El Evangelista Juan, a los milagros de Jesús les llama signos. La palabra signo, aunque contiene la realidad del milagro que sucedió, permite sugerir que, más allá del hecho, hay una carga simbólica muy importante. Aquello que sucedió en aquel momento concreto, podrá proyectarse a otras muchas situaciones de futuro. Todo milagro, al principio, sólo tiene fuerte impacto para los que han sido protagonistas del mismo. A los demás, les llega por vía de testimonio. Lo que sucedió aquel día en Caná, al principio sólo causó asombro a los criados que habían puesto el agua y poco después sacaron el vino. Quizá hubo enseguida otros testigos oculares entre los presentes que quisieron comprobar lo sucedido. A partir de ahí, el efecto milagro se fue extendiendo entre los habitantes de aquel pueblo que no participaban en la boda. Después el hecho ya pasó a la predicación habitual de los apóstoles. Finalmente fue consignado en el evangelio para que nosotros, lejanos en el tiempo, pudiéramos acceder a la misma fe de los primeros discípulos, basados en su testimonio.

  Pero si además de creer en el primer milagro de Jesús, damos un paso más y profundizamos en su valor de signo, veremos que, de aquel hecho, emerge una idea luminosa: es posible convertir lo inferior, en algo incomprensiblemente mejor. El signo adquiere el valor añadido de símbolo.

  Aquí es donde entramos nosotros. Pongámonos a pensar en tantas cosas que hay en este mundo que no nos gustan y quisiéramos cambiar. Es verdad que Dios no nos da a todos la capacidad de hacer milagros. Solamente a algunos santos, como aparece en la lista de carismas citados por Pablo en Corintios. A la mayoría de nosotros, nos da otros carismas muy variados, para que entre todos lo hagamos todo con nuestro esfuerzo y la fuerza del Espíritu.

ENTRA EN TU INTERIOR

 En este texto de las Bodas de Caná, tiene un protagonismo especial la presencia de María, porque María concibe la palabra antes en su corazón que en sus entrañas.

Por eso aparece en los momentos más importantes de la vida de su hijo y lo acompañaría en calidad de discípula durante toda su vida.

Durante la vida pública de Jesús, María lo acompaña desde cerca.

Contempla al apóstol que es seguido por la gente y siente compasión de la muchedumbre porque andan extraviados como ovejas que no tienen pastor.

Que multiplica los panes. Que cura a los enfermos. Que echa demonios y resucita a los muertos.

En este camino va adquiriendo un corazón silenciosamente apostólico.

Es en este camino cuando descubre que su Sí a la maternidad en la Anunciación, es un Sí al silencio del camino y un sí a la ofrenda de la cruz.

En este largo camino aparecerá en momentos oportunos, provocando que Jesús aproveche su presencia para lanzar unas maravillosas catequesis a sus discípulos y a sus oyentes.

En el relato de las bodas de Caná, contemplamos una maravillosa faceta de María, la de intercesora.

Y cuanto ha intercedido nuestra Madre por nosotros:

Mira Hijo, se les ha acabado el vino de la alegría, están entristecidos prematuramente, llevan demasiado peso sobre sus espaldas y no lo pueden soportar. Y la respuesta del Hijo fue inminente.

 No te preocupes Madre, que vengan a mí los que soportan cargas pesadas, los que viven sin esperanza , porque mi carga es llevadera y yugo suave.

Mira Hijo, se les ha acabado el vino de la felicidad, han perdido lo que más querían.

 No te preocupes Madre, porque yo soy la resurrección y la vida y el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá.

Mira Hijo se les ha acabado el vino del trabajo, no tienen con que alimentar a sus hijos.

No te preocupes Madre: Mira los lirios del campo, ni siegan, ni cosechan, ni hilan, y ni Salomón se vistió como uno de ellos. Y mira las aves del cielo, no almacenan en graneros y nuestro Padre del cielo las alimenta, y ellos valen más que los lirios y las aves.

La Virgen sabe mucho de eso, sabe mucho de peticiones, de ruegos, de promesas.

Pero nosotros sabemos también mucho de intercesión, de ruegos escuchados, de promesas cumplidas en nuestra vida.

ORA EN TU INTERIOR

HACED LO QUE ÉL OS DIGA...

No hay mejor palabra que esta y María la vivió en todo momento en fe, en fidelidad, en generosidad y en alegría. Desde su experiencia en su humilde casa de Nazaret eso es lo que hizo toda su vida.

Pidámosle hoy a nuestra Madre, María Santísima, bajo cuyo maternal amparo, el Santo Padre Benedicto XVI, ha puesto el Año de la Fe:

          Madre mía, ayúdame a decir Sí, ayúdame a ser fiel a la voluntad de Dios en mi vida, ayúdame a ser cristiano auténtico, capaz de amar, de ayudar, de servir y de perdonar, que se me termine el vino viejo para que pueda gozar del vino nuevo de la Pascua.

          Madre mía, tú me enseñaste el amor en las bodas de Caná y cómo interceder por los demás, ayúdame a hacer lo que tu Hijo me dice.

          Madre mía, ayúdame a vivir enteramente desprendido de mí mismo, ayúdame a caminar por los estrechos caminos que llevan a la vida, que nunca caiga en la tentación del camino ancho y espacioso.

Enséñanos a todos a hacer lo que él nos diga.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO


domingo, 5 de enero de 2025

 


“Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”

DOMINGO 12 DE ENERO

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

1ª Lectura: Isaías 42,1-4.6-7

“Mirad a mi siervo, a quien sostengo…”

Salmo 28: El Señor bendice a su pueblo con la paz.

2ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 10,34-38

“Dios acepta zl que lo teme y practica su justicia…”

PALABRA DEL DÍA

Lucas 3,15-22

“En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomo la palabra y dijo a todos: -Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el espíritu santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo; -Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”.

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías,

él tomó la palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.

Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo

y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección".

REFLEXIÓN

El Bautista habla de manera muy clara: “Yo os bautizo con agua”, pero esto solo no basta. Hay que acoger en nuestra vida a otro “más fuerte”, lleno del Espíritu de Dios: “Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”.

Son bastantes los “cristianos” que se han quedado en la religión del Bautista. Han sido bautizados con “agua”, pero no conocen el bautismo del “Espíritu”. Tal vez lo primero que necesitamos todos es dejarnos transformar por el Espíritu que desciende sobre Jesús. ¿Cómo es su vida después de recibir el Espíritu de Dios?

Jesús se aleja del bautista y comienza a vivir desde un horizonte nuevo. No hemos de vivir preparándonos para el juicio inminente de Dios. Es el momento de acoger a un Dios Padre que busca hacer de la humanidad una familia más juta y fraterna. Quien no vive desde esta perspectiva no conoce todavía qué es ser cristiano.

Movido por esta convicción, Jesús deja el desierto y marcha a galilea, a vivir de cerca los problemas y sufrimientos de la gente. Es ahí, en medio de la vida, donde hemos de sentir a Dios como un Padre que atrae a todos a buscar juntos una vida más humana. Quien no siente así a Dios no sabe cómo vivía Jesús.

Jesús abandona también el lenguaje amenazador del Bautista y comienza a contar parábolas que jamás se le hubieran ocurrido a Juan.  El mundo  ha de saber lo bueno que  es este  Dios  que busca y acoge a sus hijos perdidos porque solo quiere salvar, nunca condenar. Quien no habla este lenguaje de Jesús no anuncia su buena noticia.

Jesús deja la vida austera del desierto y se dedica a hacer “gestos de bondad” que el bautista nunca había hecho. Cura enfermos, defiende a los pobres, toca a los leprosos, acoge a su mesa a pecadores y prostitutas, abraza a niños de la calle. La gente tiene que sentir la bondad de Dios en su propia carne. Quien habla de un Dios bueno y no hace los gestos de bondad que hacía Jesús desacredita su mensaje.

Jesús vivió en el Jordán una experiencia que marcó para siempre su vida. No se quedó con el Bautista. Tampoco volvió a su trabajo en la aldea de Nazaret. Movido por un impulso incontenible comenzó a recorrer los caminos de Galilea anunciando la buena Noticia de Dios.

Como es natural, los evangelistas no pueden describir lo que ha vivido Jesús en su intimidad, pero han sido capaces de recrear una escena conmovedora para sugerirlo. Está construida con rasgos de hondo significado: “Los cielos se rasgan”: ya no hay distancias; Dios se comunica íntimamente con Jesús. Se oye “una voz venida del cielo: “Tú eres mi Hijo querido. En ti me complazco”.

Lo esencial está dicho. Esto es lo que Jesús escucha de Dios en su interior: “Tú eres mío. Eres mi Hijo. Tu ser está brotando de mí. Yo soy tu Padre. Te quiero entrañablemente; me llena de gozo que seas mi Hijo; me siento feliz”. En adelante, Jesús solo lo invocará con este nombre: Abbá, Padre.

De esta experiencia brotan dos actitudes que Jesús vive y trata de contagiar a todos: confianza increíble en Dios y docilidad incondicional. Jesús confía en Dios de manera espontánea. Se abandona a él sin recelos ni cálculos. No vive nada de forma forzada o artificial. Confía en Dios. Se siente hijo querido.

Por eso enseña a todos a llamar a Dios “Padre”. Le apena la “fe pequeña” de sus discípulos. Con esa fe raquítica no se puede vivir. Les repite una y otra vez: “No tengáis miedo. Confiad”. Toda su vida la pasó infundiendo confianza en Dios.



ENTRA EN TU INTERIOR

EL ESPÍRITU DE JESÚS

En tiempos de crisis de fe no hay que perderse en lo accidental y secundario. Hemos de cuidar lo esencial: la confianza total en Dios y la docilidad humilde. Todo lo demás viene después.

Jesús apareció en Galilea cuando el pueblo judío vivía una profunda crisis religiosa. Llevaban mucho tiempo sintiendo la lejanía de Dios. Los cielos estaban “cerrados”. Una especie de muro invisible parecía impedir la comunicación de Dios con su pueblo. Nadie era capaz de escuchar su voz. Ya no había profetas. Nadie hablaba impulsado por su Espíritu.

 

Lo más duro era esa sensación de que Dios los había olvidado. Ya no le preocupaban los problemas de Israel. ¿Por qué permanecía oculto? ¿Por qué estaba tan lejos? Seguramente muchos recordaban la ardiente oración de un antiguo profeta que rezaba así a Dios: “Ojalá rasgaras el cielo y bajases”.

Los primeros que escucharon el evangelio de Marcos tuvieron que quedar sorprendidos. Según su relato, al salir de las aguas del Jordán, después de ser bautizado, Jesús «vio rasgarse el cielo» y experimentó que «el Espíritu de Dios bajaba sobre él». Por fin era posible el encuentro con Dios. Sobre la tierra caminaba un hombre lleno del Espíritu de Dios. Se llamaba Jesús y venía de Nazaret.

Ese Espíritu que desciende sobre él es el aliento de Dios que crea la vida, la fuerza que renueva y cura a los vivientes, el amor que lo transforma todo. Por eso Jesús se dedica a liberar la vida, a curarla y hacerla más humana. Los primeros cristianos no quisieron ser confundidos con los discípulos del Bautista. Ellos se sentían bautizados por Jesús con su Espíritu.

Sin ese Espíritu todo se apaga en el cristianismo. La confianza en Dios desaparece. La fe se debilita. Jesús queda reducido a un personaje del pasado, el Evangelio se convierte en letra muerta. El amor se enfría y la Iglesia no pasa de ser una institución religiosa más.

Sin el Espíritu de Jesús, la libertad se ahoga, la alegría se apaga, la celebración se convierte en costumbre, la comunión se resquebraja. Sin el Espíritu la misión se olvida, la esperanza muere, los miedos crecen, el seguimiento a Jesús termina en mediocridad religiosa.

Nuestro mayor problema es el olvido de Jesús y el descuido de su Espíritu. Es un error pretender lograr con organización, trabajo, devociones o estrategias diversas lo que solo puede nacer del Espíritu. Hemos de volver a la raíz, recuperar el Evangelio en toda su frescura y verdad, bautizarnos con el Espíritu de Jesús:

No nos hemos de engañar. Si no nos dejamos reavivar y recrear por ese Espíritu, los cristianos no tenemos nada importante que aportar a la sociedad actual tan vacía de interioridad, tan incapacitada para el amor solidario y tan necesitada de esperanza.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Son bastantes los hombres y mujeres que un día fueron bautizados por sus padres y hoy no sabrían definir exactamente cuál es su posición ante la fe. Quizá la primera pregunta que surge en su interior es muy sencilla: ¿para qué creer? ¿Cambia algo la vida por creer o no creer? ¿Sirve la fe realmente para algo?

Estas preguntas nacen de su propia experiencia. Son personas que poco a poco han arrinconado a Dios de su vida. Hoy Dios no cuenta en absoluto para ellas a la hora de orientar y dar sentido a su existencia.

Dios no les dice nada. Se han acostumbrado a vivir sin él… No experimentan nostalgia o vacío alguno por su ausencia. Han abandonado la fe y todo marcha en su vida tan bien o mejor que antes. ¿Para qué creer?

 

Esta pregunta solo es posible cuando uno “ha sido bautizado con agua”, pero no ha descubierto qué significa “ser bautizado con el Espíritu de Jesucristo”.

¿Para qué creer? Para vivir la vida con más plenitud; para situarlo todo en su verdadera perspectiva y dimensión; para vivir incluso los acontecimientos más triviales e insignificantes con más profundidad.

¿Para qué creer? Para atrevernos a ser humanos hasta el final; para no ahogar nuestro deseo de vida hasta el infinito; para defender nuestra libertad sin rendir nuestro ser a cualquier ídolo; para permanecer abiertos a todo el amor, la verdad, la ternura que hay en nosotros. Para no perder nunca la esperanza en el ser humano ni en la vida.

ORACIÓN

Jesús, tú vas en la fila de los que acuden a bautizarse, como un pecador más que busca su purificación: estás asumiendo mi lugar, porque soy yo el pecador necesitado de perdón, y tú eres el único Justo. Gracias, Jesús, por tu Bautismo y por mi Bautismo, en el que recibí de tu generosidad mi mayor tesoro.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO


miércoles, 1 de enero de 2025

5 DE ENERO: SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR (C)

 

“Y tú, Belén de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”

DOMINGO 5 DE ENERO

SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

Primera Lectura: Isaías 60,1-6.

La gloria del Señor amanece sobre ti.

Salmo 71: Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.

Segunda Lectura: Efesios 3,2-3ª.5-6.

Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos de la promesa.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 2,1-12

“Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes.

Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:

-“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”

Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.

Ellos le contestaron:

-“En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:

“Y tú, Belén de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”

Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:

-“Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo”

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.

Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén

y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo".

Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén.

Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.

"En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:

Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel".

Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella,

los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje".

Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.

Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría,

y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.

Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.”

REFLEXIÓN

La fiesta de la Epifanía es la primera que empezó a celebrarse, después de la Pascua. Una fiesta que conserva toda su fuerza, especialmente en la Iglesia Oriental. Es más que la Navidad. Es la manifestación de Dios en el nacimiento, en la estrella a los Magos, en el bautismo y en las bodas de Caná, los primeros signos de la presencia de Dios entre nosotros.

Los evangelios de la infancia, tanto en Mateo como en Lucas, tienen claras aperturas a la universalidad. Lucas las pone en labios de Simeón: Cristo es “salvación para todas las naciones, luz para todas las gentes”. Mateo lo plasma en el relato de la estrella –aparece en el lejano Oriente- y los Magos la siguen.

Dios es para todos. El cielo, a la altura en que se fijan las estrellas, todavía no es propiedad de nadie. Todos pueden ver la estrella y nadie puede apropiársela. Todos pueden gozar con la luz de la estrella, sin que nadie le estorbe. Todos pueden levantar sus ojos y sus pensamientos a la luz de la estrella, sin que nadie lo prohíba. Todos pueden embriagarse de belleza, llenarse de esperanza y encenderse en amor a la luz de la estrella, sin tener que pagar por ello.

Nos viene bien esta fiesta con aires ecuménicos y con colores brillantes. A pesar de que el mundo se nos ha abierto en todos los sentidos, a pesar de que aún los pueblos más lejanos hoy, en cierto sentido, están cerca, a pesar de que las Iglesias y religiones han progresado en comprensión y apertura, seguimos moviéndonos en un mundo pequeño. Nuestro corazón sigue siendo pequeño, muy pequeño.

Hoy, día de la Epifanía, de la manifestación amorosa de Dios a todas las gentes, le pedimos al Niño dinamismo ensanchador, la gracia de abrirnos a los límites del mundo.



ENTRA EN TU INTERIOR.

¿A QUIÉN ADORAMOS?

Cayendo de rodillas, lo adoraron.

Los magos vienen del «Oriente», un lugar que evoca en los judíos la patria de la astrología y de otras ciencias extrañas. Son paganos. No conocen las Escrituras Sagradas de Israel, pero sí el lenguaje de las estrellas. Buscan la verdad y se ponen en marcha para descubrirla. Se dejan guiar por el misterio, sienten necesidad de «adorar».

Su presencia provoca un sobresalto en todo Jerusalén. Los magos han visto brillar una estrella nueva que les hace pensar que ya ha nacido «el rey de los judíos» y vienen a «adorarlo». Este rey no es Augusto. Tampoco Herodes. ¿Dónde está? Ésta es su pregunta.

Herodes se «sobresalta». La noticia no le produce alegría alguna. Él es quien ha sido designado por Roma «rey de los judíos». Hay que acabar con el recién nacido: ¿dónde está ese rival extraño? Los «sumos sacerdotes y letrados» conocen las Escrituras y saben que ha de nacer en Belén, pero no se interesan por el niño ni se ponen en marcha para adorarlo.

Esto es lo que encontrará Jesús a lo largo de su vida: hostilidad y rechazo en los representantes del poder político; indiferencia y resistencia en los dirigentes religiosos. Sólo quienes buscan el reino de Dios y su justicia lo acogerán.

Los magos prosiguen su larga búsqueda. A veces, la estrella que los guía desaparece dejándolos en la incertidumbre. Otras veces, brilla de nuevo llenándolos de «inmensa alegría». Por fin se encuentran con el Niño, y «cayendo de rodillas, lo adoran». Después, ponen a su servicio las riquezas que tienen y los tesoros más valiosos que poseen. Este Niño puede contar con ellos pues lo reconocen como su Rey y Señor.

En su aparente ingenuidad, este relato nos plantea preguntas decisivas: ¿ante quién nos arrodillamos nosotros?, ¿cómo se llama el «dios» que adoramos en el fondo de nuestro ser? Nos decimos cristianos, pero ¿vivimos adorando al Niño de Belén?, ¿ponemos a sus pies nuestras riquezas y nuestro bienestar?, ¿estamos dispuestos a escuchar su llamada a entrar en el reino de Dios y su justicia? En nuestras vidas siempre hay alguna estrella que nos guía hacia Belén.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

 Hemos visto salir su estrella. Es la primera fase: el encuentro, la llamada, el chispazo, la seducción. Los magos debieron conmoverse al ver salir la estrella. Es la conmoción que sintieron los primeros discípulos que fueron llamados por Jesús. Quiero recordar la expresión de Pedro: “Apártate de mí, que soy un pecador” Es el tiempo de los primeros fervores y los primeros amores. Es la primavera de la vida espiritual.

Sé, Señor, que la estrella puede ser la familia, la parroquia, la clase, una palabra escuchada y grabada en mi alma. Un testimonio, un pobre, un acontecimiento favorable, un sufrimiento o fracaso, una lectura, una visita… Dios puede manifestarse directamente o puede valerse de muchos signos. Pero si se manifiesta, algo muy grande se enciende en mi alma.

Una inmensa alegría, que es el fruto de la fidelidad. En cualquier momento vuelve a lucir la estrella, la buena estrella, la fiel estrella. Puede bastar una palabra, como la de Jesús resucitado a la Magdalena. Puede ser un cariñoso reproche. Puede ser una presencia de Dios. Puede ser una bendición o una respuesta a mi llamada. Puede ser una especial providencia o el cumplimiento de mis deseos. Puede ser la palabra de un hermano.

ORACIÓN FINAL

“Los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo

 y participes de la promesa.”

Todos somos exactamente iguales ante Dios.

 Esta es la “buena noticia” sobre Dios, que nos trajo Jesús.

 Si no la he asimilado, estoy fuera del evangelio.

…………………….

El camino para llegar a esa verdad, es desconcertante.

 No será conociendo mejor a los demás como la alcanzarás,

 sino conociéndote a ti mismo y descubriendo lo que hay en ti de Dios.

 Descubriendo que eres uno con Dios,

 encontrarás al otro identificado con Dios.

…………………

 

 Si los fallos, que ves en el otro, impidieran esa unidad,

 tus fallos la habrían impedido también.

 La grandeza de Dios está en que

 su amor no depende de lo que nosotros somos.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO