¿Por qué me buscabais?
¿No sabíais que yo debía estar en la casa
de mi Padre?
DOMINGO 29 DE DICIEMBRE
FIESTA DE LA SAGRADA
FAMILIA
1ª Lectura:
Eclesiástico 3,2-6.12-14
Salmo 127
Señor, dichosos los que
viven en tu casa.
2ª Lectura: Primera
carta del apóstol san Pablo a los
Colosenses: 3,12-23
PALABRA DEL DÍA
Lucas 2,41-52
“Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén
por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta
según la costumbre, y cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó
en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la
caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y
conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres
días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros,
escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que lo oían, quedaban
asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos,
y le dijo su madre: -Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo
te buscábamos angustiados. El les contestó: -¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais
que yo debía estar en la casa de mi Padre? Pero ellos no comprendieron lo que
quería decir. El bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre
conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en
estatura y en gracia ante Dios y los hombres”.
Versión para
Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la
fiesta de la Pascua.
Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de
costumbre,
y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero
Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.
Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un
día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.
Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca
de él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de
los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
Y todos los que lo oían estaban asombrados de su
inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre
le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo
te buscábamos angustiados".
Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No
sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?"
Ellos no entendieron lo que les decía.El regresó con
sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en
su corazón.
Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en
gracia delante de Dios y de los hombres”.
REFLEXIÓN
Podemos, a pesar de la crisis y de las amenazas de todo tipo
a que ha sido sometida la familia, afirmar que sigue siendo el valor más
cotizado, porque la familia es un canto a la vida, porque es una razón segura
de esperanza, porque es forja de personalidad y telar de convivencia, porque es
el pilar más seguro de la sociedad.
Hay, por desgracia, culturas de muerte: desde la violencia
asesina a la práctica del aborto, desde la venta de armas a la injusticia que
origina miseria, paro y pobreza… En la familia se cree y se cultiva la vida. Se
toca ese misterio, que viene de fuente muy lejana. Uno se da cuenta de que la
vida es algo que nos trasciende; no somos señores de la vida, sino
transmisores; no somos fuente, sino canal, y también un poquito de vaso. Uno se
da cuenta de que ésta es la vocación fundamental, que nada gratifica tanto como
crear vida, vehicular la vida, cuidar y cultivar la vida.
¿Qué es, qué significa para los padres un hijo? Sí, una vida
nueva, algo que no existía y ahora es, una prolongación de sí mismos, pero es,
sobre todo, un misterio, es una respuesta afirmativa al amor, es un reto y una
tarea que la Vida encomienda, es un gran Sí a nuestra razón de ser.
La familia es fruto de una lejana atracción. Fue posible
porque hubo una llamada que hizo a dos personas salir de sí mismas en busca de
un proyecto común. Fue un camino apasionante, pero no fácil, porque había que
vaciarse de sí, para dar cabida al otro. El matrimonio significa una pascua, se
muere a sí mismo para que viva el otro, una pascua de amor.
Los esposos son arquitectos de su propia casa. La construyen
sobre la roca del amor, para que pueda hacer frente a todos los vientos y
tempestades que sobrevengan. No la construyen sobre la arena movediza de la
pasión o la ilusión o el interés (Mt 7,24-27). La casa se va levantando sobre
varias columnas.
Fidelidad, que significa una renovación continuada del Sí y
que origina confianza creciente y transparencia constante.
Generosidad, que se manifiesta en el regalo de cada día, en
el servicio de cada día, en la entrega de cada día. No importa tanto las cosas
grandes y costosas, sino el gesto sencillo, el detalle pequeño, pero hecho con
mimo, con intensidad.
Paciencia, sin límites, porque ¿Quién no tiene su debilidad,
su equivocación, su cansancio, su olvido? ¿Quién no tiene su rareza, su manía,
su capricho y tontería? ¿Quién no se cansa de lo mismo, de la monotonía, de lo
que se repite, aunque sea muy bueno?
Respeto, porque el amor nunca puede ser absorbente o
dominante. La persona, por muy amada que sea, no es cosa, sino misterio. El
amor será respetuoso y humilde, para favorecer el crecimiento del otro en su verdad,
en sus valores y características propias.
Cada una de estas columnas debe tener su adorno, su gracia, y
es precisamente la alegría, el sentido del humor, el saber relativizar los
problemas. El amor, en verdad, tiene “gracia”, en el doble sentido del humor y
de santidad.
Conviene advertir que la construcción es permanente, que la
casa no se termina nunca de rematar. Y es necesario tener en cuenta lo del
salmo 126: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
JORNADA POR LA FAMILIA Y POR LA VIDA
Hoy nos interesa contemplar a la familia en sí misma, en su
naturaleza, en sus raíces, que llegan
hasta Dios, en su misión, en su misterio.
Comunidad de vida y amor: Tres sustantivos esenciales,
creadores, definitivos. Estas tres grandes dimensiones de la familia son las
que realmente definen lo humano y las que más nos acercan a Dios. Con estas
tres columnas se puede construir, un mundo nuevo.
Comunidad, el único lugar en el que el hombre se salva y se
realiza. No puede llegar el hombre a ser libre y auténtico, a ser persona, si
no es a través de la apertura y la integración con el otro. La comunidad es la
que nos salva de la soledad, de la marginación, del individualismo, de la
autosuficiencia y la autocomplacencia, actitudes todas que conducen a la
tristeza y la esterilidad del corazón.
La comunidad a la vez nos poda y enriquece. Nos poda el
instinto egoísta y narcisista, que se repliega en sí mismo. Nos enriquece,
haciéndonos crecer en acogida, en comunión, en responsabilidad y compromiso, en
fecundidad y creatividad.
Vida, el don más grande, el milagro permanente, el río que no
cesa de fluir. En la familia la vida se recibe, se crea y se cultiva. La vida
puede tener nombre de hijo, y es lo que más llena y gratifica. No hay nada
comparable en la vida como la experiencia de dar nueva vida. Ya no morirás del
todo. La vida puede tener también nombre de colaboración, de servicio, de
superación, de comunión. La vida puede estar en la ayuda mutua, en el
compromiso mutuo, en poner en común las penas y las alegrías cotidianas, los
fracasos y los logros permanentes, las preocupaciones y esperanzas de cada día.
Amor, la energía más grande, la canción más hermosa, el hijo
que une todo el tejido familiar. Lo más delicado y lo más fuerte, lo más
sencillo y lo más importante, lo más exigente y lo más gratificante. El amor es
el perfume invisible del hogar, su fuerza secreta.
El amor es lo que realmente une y da vida, el secreto de la
libertad y de la dicha. El amor en la familia lleva a poner al otro por encima
de sí, a dar con generosidad y darse en gratuidad, a vivir en colaboración y en
comunión. En la familia es donde se ama sin buscar ser amado.
Es el lugar donde el amor se aprende por contagio, donde lo
extraordinario resulta normal.
Una familia diferente
Entre los católicos se defiende casi instintivamente el valor
de la familia, pero no siempre nos detenemos a reflexionar el contenido
concreto de un proyecto familiar, entendido y vivido desde el Evangelio. ¿Cómo
sería una familia inspirada en Jesús?
La familia, según él, tiene su origen en el misterio del
Creador que atrae a la mujer y al varón a ser “una sola carne”, compartiendo su
vida en una entrega mutua, animada por un amor libre y gratuito. Esto es lo
primero y decisivo. Esta experiencia amorosa de los padres puede engendrar una
familia sana.
Siguiendo la llamada profunda de su amor, los padres se
convierten en fuente de vida nueva. Es su tarea más apasionante. La que puede
dar una hondura y un horizonte nuevo a su amor. La que puede consolidar para
siempre su obra creadora en el mundo.
Los hijos son un regalo y una responsabilidad. Un reto
difícil y una satisfacción incomparable. La actuación de Jesús, defendiendo
siempre a los pequeños y abrazando y bendiciendo a los niños, sugiere la
actitud básica: cuidar la vida frágil de quienes comienzan su andadura por este
mundo. Nadie les podrá ofrecer nada mejor.
Una familia cristiana trata de vivir una experiencia original
en medio de la sociedad actual, indiferente y agnóstica: construir su hogar
desde Jesús. “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio
de ellos”. Es Jesús quien alienta, sostiene y orienta la vida sana de la
familia.
El hogar se convierte entonces en un espacio privilegiado
para vivir las experiencias más básicas de la fe cristiana: la confianza en un
Dios Bueno, amigo del ser humano; la atracción por el estilo de vida de Jesús;
el descubrimiento del proyecto de Dios, de construir un mundo más digno, justo
y amable para todos. La lectura del Evangelio en familia es, para todo esto,
una experiencia decisiva.
En un hogar donde se le vive a Jesús con fe sencilla, pero
con pasión grande, crece una familia siempre acogedora, sensible al sufrimiento
de los más necesitados, donde se aprende a compartir y a comprometerse por un
mundo más humano. Una familia que no se encierra solo en sus intereses sino que
vive abierta a la familia humana.
Muchos padres viven hoy desbordados por diferentes problemas,
y demasiado solos para enfrentarse a su tarea. ¿No podrían recibir una ayuda
más concreta y eficaz desde las comunidades cristianas? A muchos padres
creyentes les haría mucho bien encontrarse, compartir sus inquietudes y
apoyarse mutuamente. No es evangélico exigirles tareas heroicas y desentendernos
luego de sus luchas y desvelos.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Señor, sé, que la gracia le viene a la familia de su relación
contigo y de su apertura a la redención de Cristo, tu Hijo. Esta fiesta de la
familia, que se celebra dentro del misterio que es la encarnación de tu Hijo
Jesucristo. Si hace unos días miraba a Belén como capital de la paz y fuente de
salvación, hoy tengo que mirar a Nazaret como la patria de la familia. Nazaret
es punto de referencia obligado para cuantos, como yo, quieren vivir en
comunidad de vida y amor.
Hoy, Señor, recuerdo a la Sagrada Familia, pero tengo que
decir que toda familia es sagrada. Hay en todas las familias algo de ti, algo
de tu misterio. Toda familia humana hunde sus raíces en ti. De ti recibe la
gracia. Tú, Señor, bendices constantemente a la familia, la fortaleces en las
dificultades, la ayudas a estar más unida, le das crecimiento y fecundidad.
ORACIÓN
Quiero orar por la Iglesia, esposa de Cristo, santa e
inmaculada, para que sea la gran familia de los hijos de Dios.
Quiero orar por todos los pueblos de la tierra para que,
superando diferencias y rivalidades, se unan más con lazos de solidaridad y
fraternidad.
Quiero orar por todas las familias, para que, creciendo en el
amor, estén abiertas a la vida.
Quiero orar, Señor, especialmente, por las familias que
sufren a causa de la pobreza, el paro, la enfermedad de algunos de sus
miembros, para que encuentren la ayuda solidaria que necesitan.
Quiero orar por las familias que viven en crisis por falta de
entendimiento, de diálogo y de amor, para que, guardándose fidelidad,
prevalezca en ellos lo que les une.
Finalmente, Señor, quiero orar por todos los hombres y
mujeres del mundo y por todas nuestras familias para que seamos testigos de tu
amor en el mundo.
Expliquemos el
Evangelio a los niños
Imagen de Patxi Velasco
FANO
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