“Este es mi Hijo, el
amado, mi predilecto. Escuchadle”.
6 DE AGOSTO
XVIII DOMINGO DEL
TIEMPO ORDINARIO
FIESTA DE LA
TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR
1ª Lectura: Daniel
7,9-10.13-14
Su vestido era blanco
como la nieve.
Salmo 96
Reina el Señor,
alégrese la tierra.
2ª Lectura: 2ª Pedro
1,16-19
Nosotros escuchamos
esta voz venida del cielo.
EVANGELIO DEL DÍA
Mateo 17,1-9
“Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano
Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos
y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como
la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro,
entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: “Señor, ¡qué hermoso es estar aquí!
Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y
una voz desde la nube decía: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto.
Escuchadle”. Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y tocándoles les dijo: “Levantaos, no temáis”. Al alzar los
ojos no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña,
Jesús les mandó: “No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre
resucite de entre los muertos”.
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a
su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado.
Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro
resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando
con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien estamos
aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías".
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los
cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: "Este es mi
Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo".
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en
tierra, llenos de temor.
Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo:
"Levántense, no tengan miedo".
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a
Jesús solo.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No
hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre
los muertos".
REFLEXIÓN
Después de que Jesús ha predicho su pasión toma consigo a
Pedro, Santiago y Juan y se transfigura ante ellos en la cumbre de una alta
montaña; de esta manera, los discípulos más cercanos a Jesús experimentan algo
de la gloria de su resurrección. Sólo desde la vida de Dios, que supera toda
muerte, se puede entender el gesto de Jesús de dar su vida, y su invitación a
todo discípulo, de “perderla para recuperarla”.
La versión de la Transfiguración del evangelio de Mateo se
caracteriza por sus pinceladas apocalípticas (la cara resplandeciente como el
sol, y los vestidos blancos como la luz) y por las evocaciones de la teofanía
del monte Sinaí (una montaña alta, la nube luminosa).
Con la aparición de Moisés y Elías conversando con Jesús el
texto nos quiere decir que es a partir de la Ley y los profetas que se puede
comprender la voluntad de Dios sobre Jesús y sus discípulos; la voz del cielo
pone el acento en que es en Jesús (el amado, el Hijo, el que tiene la
predilección de Dios) donde está la plenitud de la revelación y que es a él a
quien todo ser humano tiene que escuchar. Ésta fue, precisamente, la
experiencia que tuvieron los discípulos después de la muerte de Jesús, a partir
de la conciencia de su Resurrección. De hecho, Jesús les dice a sus discípulos,
asustados por la visión, lo que dirá después a los primeros testigos de la
Resurrección: “No temáis”.
La raíz del mensaje del evangelio de hoy, está en proponer a
Jesús como la presencia de Dios entre los hombres. Por eso hay que escucharlo.
Su humanidad llevada a la plenitud es Palabra. Escuchar al Hijo es
transformarse en él y llevar una vida como la suya, es decir, ser capaces de
manifestar el amor a través del don total de sí.
No se trata de tener la antena dirigida al cielo para esperar
de allí unas palabras. Se trata de descubrir la voz de Dios en el grito de cada
uno de los seres humanos que encontramos en nuestro caminar.
Ni la plenitud de Jesús ni la de ningún hombre está en un
futuro propiciado por la acción externa de Dios. La plenitud del hombre está en
la entrega total, en cualquier circunstancia, en la dicha y en el sufrimiento.
No está la resurrección después de la muerte ni la dicha después del
sufrimiento. La Vida y la gloria están allí donde hay amor como el que Dios nos
tiene.
Ni Jesús aguantó el sufrimiento, porque esperaba en la
resurrección, ni a nosotros se nos pide que aguantemos porque después se nos
recompensará con creces. No se trata de aspirar a una meta lejana, sino de
descubrir una realidad presente.
También la vida de Jesús se presenta como un éxodo, pero el
punto de llegada será el Padre que ya estaba en unidad indisoluble con él en el
momento de empezar el camino.
¡Qué fácil es caer en la tentación de Pedro! Construir chozas
en un mundo soñado, fuera de la realidad, para disfrutar de privilegios
egoístas. Se está bien con el Jesús glorioso, pero no queremos saber nada de la
cruz. “No puedo cantar ni quiero, a ese Jesús del madero, sino al que anduvo en
el mar”. Nuestra concepción religiosa y nuestros prejuicios sobre un Dios de
poder, son el mayor obstáculo para escuchar a Jesús.
El relato está manifestando que a los cristianos les queda
aún un paso por dar. No se trata de aceptar el sufrimiento y la prueba como un
medio para llegar a “la gloria”. Se trata de ver en la entrega, aunque sea con
sufrimiento, la meta de todo ser humano.
El amor es lo único que nos hace hijos de Dios, que es don
total y nunca busca nada de nosotros, sino que se da gratuitamente. Darse a los
demás porque esperas una recompensa, no tiene nada de cristiano. La meta no
está en la “gloria”. La gloria está en el deshacerse por los demás.
Jesús nos descubre otra idea de Dios. Un Dios que se da
totalmente sin pedirnos nada a cambio. La idea que nosotros tenemos de
recompensa no es más que una ficción. Dios no puede darme más de lo que ya me
ha dado. No es la esperanza en un premio, sino la confianza de una presencia
enriquecedora lo que me debe animar.
La transfiguración nos está diciendo lo que era realmente
Jesús y lo que somos realmente cada uno de nosotros.
ENTRA EN TU INTERIOR
MIEDO A JESÚS
La escena conocida
como "la transfiguración de Jesús" concluye de una manera inesperada.
Una voz venida de lo alto sobrecoge a los discípulos: «Este es mi Hijo amado»:
el que tiene el rostro transfigurado. «Escuchadle a él». No a Moisés, el
legislador. No a Elías, el profeta. Escuchad a Jesús. Sólo a él.
«Al oír esto, los discípulos caen de bruces, llenos de
espanto». Les aterra la presencia cercana del misterio de Dios, pero también el
miedo a vivir en adelante escuchando sólo a Jesús. La escena es insólita: los
discípulos preferidos de Jesús caídos por tierra, llenos de miedo, sin
atreverse a reaccionar ante la voz de Dios.
La actuación de Jesús es conmovedora: «Se acerca» para que
sientan su presencia amistosa. «Los toca» para infundirles fuerza y confianza.
Y les dice unas palabras inolvidables: «Levantaos. No temáis». Poneos de pie y
seguidme. No tengáis miedo a vivir escuchándome a mí.
Es difícil ya ocultarlo. En la Iglesia tenemos miedo a
escuchar a Jesús. Un miedo soterrado que nos está paralizando hasta impedirnos
vivir hoy con paz, confianza y audacia tras los pasos de Jesús, nuestro único
Señor.
Tenemos miedo a la innovación, pero no al inmovilismo que nos
está alejando cada vez más de los hombres y mujeres de hoy. Se diría que lo
único que hemos de hacer en estos tiempos de profundos cambios es conservar y
repetir el pasado. ¿Qué hay detrás de este miedo? ¿Fidelidad a Jesús o miedo a
poner en "odres nuevos" el "vino nuevo" del Evangelio?
Tenemos miedo a unas celebraciones más vivas, creativas y
expresivas de la fe de los creyentes de hoy, pero nos preocupa menos el
aburrimiento generalizado de tantos cristianos buenos que no pueden sintonizar
ni vibrar con lo que allí se está celebrando. ¿Somos más fieles a Jesús
urgiendo minuciosamente las normas litúrgicas, o nos da miedo "hacer
memoria" de él celebrando nuestra fe con más verdad y creatividad?
Tenemos miedo a la libertad de los creyentes. Nos inquieta
que el pueblo de Dios recupere la palabra y diga en voz alta sus aspiraciones,
o que los laicos asuman su responsabilidad escuchando la voz de su conciencia.
En algunos crece el recelo ante religiosos y religiosas que buscan ser fieles
al carisma profético que han recibido de Dios. ¿Tenemos miedo a escuchar lo que
el Espíritu puede estar diciendo a nuestras iglesias? ¿No tememos apagar el
Espíritu en el pueblo de Dios?
En medio de su Iglesia Jesús sigue vivo, pero necesitamos
sentir con más fe su presencia y escuchar con menos miedo sus palabras:
«Levantaos. No tengáis miedo».
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
¡Escuchadle a él!
El objetivo no es oír y aprender lo que ha dicho, sino
empaparse de lo que ha vivido para vivirlo nosotros.
Lo importante no es lo que nos ha dicho con palabras, sino lo
que ha manifestado en su vida diaria.
.................
No se trata de esperar que se produzca en nosotros una transfiguración,
sino de descubrir nuestro ser no desfigurado.
No tengo que caminar hacia una meta fantástica que me
prometen, sino descubrir ya en mí el más sublime don, Dios mismo.
.....................
No se trata de esperar que me añadan abalorios y vestidos
externos, sino de vivir mi realidad esencial que ya está en mí.
Durante mucho tiempo se le ha imaginado en las alturas
(monte).
Jesús nos dijo que está en la profundidad de mi propio ser.
(Fr. Marcos)
ORACIÓN
Jesús, lo que contemplo en el cuarto misterio luminoso del
rosario de los jueves, me lo ofreces hoy para darme ánimos en este peregrinar
hacia la patria definitiva. Tu Transfiguración es un anticipo de tu
Resurrección y un anuncio del proyecto que tienes para mí, avalado por el Padre:
transfigurarme en otro Cristo, dando muerte a mi hombre viejo contrario a la
Ley, a los Profetas y al Evangelio.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Patxi
Velasco (FANO)
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