SÁBADO 24
DE DICIEMBRE
VIGILIA
DE NAVIDAD
KALENDAS
O PREGÓN DE NAVIDAD
(Se
proclama después de la monición de entrada)
Terminado el tiempo de Adviento,
que hemos vivido en esperanza
creciente,
celebramos, hermanas y hermanos, esta
noche,
Noche Buena en verdad,
el nacimiento de nuestro Salvador.
Esta es sin duda la mejor noticia
que el hombre puede escuchar en toda
su historia.
Es el primer evangelio
que hace ya 2013 años proclamaron los
ángeles.
No es extraño que este
acontecimiento,
un salto verdaderamente cualitativo
en la evolución del hombre,
cambie las edades de la historia.
Ahí pararon los relojes
para empezar de nuevo.
Todo empezará a ser nuevo
desde que vino Dios a la tierra:
Nuevos serán los tiempos,
nuevos el cielo y la tierra,
nuevo el corazón del hombre,
nuevas las relaciones con Dios
y de los hombres entre sí.
La noticia es ésta:
Que Dios ha nacido de María
en un pesebre de Belén,
y que quiso nacer en el corazón
del hombre y del mundo.
Este hecho es la manifestación
de que Dios es amigo del hombre
-la filantropía de Dios-,
y que se acerca a nosotros
para envolvernos en su misericordia.
Quiere decir que Dios se abaja para
levantarnos,
que Dios se humaniza para
divinizarnos.
Vamos a repetirlo, porque suena muy
bien:
Un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado,
maravilla de consejero,
Príncipe de la Paz.
Se llamará Emmanuel. Dios-con-nosotros.
Ya no tenemos nada que temer,
porque Dios está con nosotros.
Emmanuel.
Ya no hay motivo para la tristeza,
porque Dios es la razón de nuestra
dicha.
Ya todo lo podemos esperar,
porque Dios camina con nosotros.
Alegrémonos, hermanas y hermanos, con
gozo grande,
esta noche, que es la de 2012 de las
Noches Buenas.
Cantemos el himno de los ángeles.
Ofrezcamos al Niño nuestros dones
abrámonos a los suyos.
Si abrimos bien el corazón,
Se colará de lleno el Espíritu
y lo convertirá en cuna para el Niño.
Que así sea.
LIRTURGIA
DE LA PALABRA
1ª
Lectura: Isaías 9,1-3.5-6
Un hijo
se nos ha dado.
Salmo 95
Hoy nos
ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
2ª
Lectura: Timoteo 2,11-14
Ha
aparecido la gracia de Dios a todos los hombres.
PALABRA
DE LA VIGILIA
Lucas
2,1-1
“Hoy nos ha nacido un Salvador.
“En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto,
ordenando hacer un censo del mundo entero.
Éste fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador
de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad.
También José, que era de la casa y familia de David, subió
desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama
Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y
mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo
primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían
sitio en la posada.
En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al
aire libre, velando por turnos su rebaño.
Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los
envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.
El ángel les dijo:
-“No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría
para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el
Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en
pañales y acostado en un pesebre.”
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del
ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: -“Gloria a Dios en el cielo, y
en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.”
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
"En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo.
Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria.
Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David,
para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre;
y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche.
De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor,
pero el Ángel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo:
Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.
Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre".
Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
"¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".
REFLEXIÓN
El ciclo de Navidad-Epifanía, está escrito a imagen y semejanza del ciclo
de Pascua y, por tanto, depende de él. Los dos empiezan de noche. Porque dos
veces a lo largo del año –sólo dos veces- la Iglesia nos convoca de noche al
templo para velar; son dos noches que tienen una luz especial, un resplandor
que viene de Dios. La Nochebuena, la Vigilia Pascual. Y no podemos entender la
una sin la otra: son dos noches que nos hablan de un único misterio.
Hoy tenemos el inicio de la salvación; en la Pascua, tenemos el
cumplimiento, la plenitud. En la Navidad es Dios quien se hace hijo de los
hombres; en la Pascua es el hombre quien se convierte en hijo de Dios. El
protagonista es siempre el mismo: Jesús, en la Navidad con su nacimiento; en la
Pascua con su muerte y resurrección; y desde su vida nos muestra que la vida
humana se puede vivir de un modo nuevo y diferente, que tiene un nombre
concreto: que tiene un nombre concreto: el Reino de Dios, que es el Reino del
hombre.
Hoy ha descendido la paz y la alegría sobre nosotros: “No temáis, os
traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo…Os ha nacido un
Salvador”
ENTRA EN TU INTERIOR
EN UN
PESEBRE
Según el relato de Lucas, es el mensaje del Ángel a los pastores el que
nos ofrece las claves para leer desde la fe el misterio que se encierra en un
niño nacido en extrañas circunstancias en las afueras de Belén.
Es de noche. Una claridad desconocida
ilumina las tinieblas que cubren Belén. La luz no desciende sobre el lugar
donde se encuentra el niño, sino que envuelve a los pastores que escuchan el
mensaje. El niño queda oculto en la oscuridad, en un lugar desconocido. Es
necesario hacer un esfuerzo para descubrirlo.
Estas son las primeras palabras que hemos de escuchar: «No tengáis miedo.
Os traigo la Buena Noticia: la alegría grande para todo el pueblo». Es algo muy
grande lo que ha sucedido. Todos tenemos motivo para alegrarnos. Ese niño no es
de María y José. Nos ha nacido a todos. No es solo de unos privilegiados. Es
para toda la gente.
Los cristianos no hemos de acaparar estas fiestas. Jesús es de quienes lo
siguen con fe y de quienes lo han olvidado, de quienes confían en Dios y de los
que dudan de todo. Nadie está solo frente a sus miedos. Nadie está solo en su
soledad. Hay Alguien que piensa en nosotros.
Así lo proclama el mensajero: «Hoy os ha nacido un Salvador: el Mesías,
el Señor». No es el hijo del emperador Augusto, dominador del mundo, celebrado
como salvador y portador de la paz gracias al poder de sus legiones. El
nacimiento de un poderoso no es buena noticia en un mundo donde los débiles son
víctima de toda clase de abusos.
Este niño nace en un pueblo sometido al Imperio. No tiene ciudadanía
romana. Nadie espera en Roma su nacimiento. Pero es el Salvador que
necesitamos. No estará al servicio de ningún César. No trabajará para ningún
imperio. Solo buscará el reino de Dios y su justicia. Vivirá para hacer la vida
más humana. En él encontrará este mundo injusto la salvación de Dios.
¿Dónde está este niño? ¿Cómo lo podemos reconocer? Así dice el mensajero:
«Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en
un pesebre». El niño ha nacido como un excluido. Sus padres no le han podido
encontrar un lugar acogedor. Su madre lo ha dado a luz sin ayuda de nadie. Ella
misma se ha valido, como ha podido, para envolverlo en pañales y acostarlo en
un pesebre.
En este pesebre comienza Dios su aventura entre los hombres. No lo
encontraremos en los poderosos sino en los débiles. No está en lo grande y
espectacular sino en lo pobre y pequeño. Hemos de escuchar el mensaje: vayamos
a Belén; volvamos a las raíces de nuestra fe. Busquemos a Dios donde se ha
encarnado.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Hemos contemplado la Buena Noticia,
la mejor noticia que anunciaron los ángeles a los pastores y que la Iglesia
sigue anunciando a todos los hombres del mundo. Es una noticia buena para
todos, pero especialmente para aquellos que buscan intensamente a Dios y para
los que angustiosamente lo necesitan; es decir, para los que creen, para los
que sufren, para los pobres y excluidos de la sociedad.
Celebramos el nacimiento
de dios, y el nacimiento de dios envuelto en la mayor humildad y pobreza. Lo
primero es que vino Dios a nosotros, lo segundo, los parámetros y las
circunstancias de esta venida.
ORACIÓN
Hoy, en esta eucaristía de media
noche, vienes a mi, señor, y mañana, en la misa del día, contemplaré tu gloria.
Vienes a mí para que, libre de temor, arrancado de la mano de mis enemigos, te
sirva con santidad y justicia todos los días de mi vida. ¡Qué maravillosa
visión de la vida cristiana, que cada día me recuerda la antífona “benedictus”
¡. Te pido que en esta Navidad ninguna ocupación o preocupación aparte de mi
mente, mi corazón y mi vida de lo único importante que eres tú, que vienes y me
pides alojarte en mi corazón.
*************
DOMINGO
25 DE DICIEMBRE
NATIVIDAD
DEL SEÑOR (SOLEMNIDAD)
MISA DEL
DÍA
1ª
Lectura: Isaías 52,7-10
Verán los
confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.
Salmo 97
“Los
confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios”
2ª
Lectura: Hebreos 1,1-6
Dios nos
ha hablado por su Hijo.
PALABRA
DEL DÍA
Juan
1,1-18
“La Palabra se hizo
carne y acampó entre nosotros”
“En el principio ya
existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La
Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la Palabra
se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Palabra había
vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la
tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre
enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar
testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz,
sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz
verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el
mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y
los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la
recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos
no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo
carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del
Hijo único del Padre lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de
él y grita diciendo: -“Este es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa
delante de mí, porque existía antes que yo.”-
Pues de su plenitud
todos hemos recibido, gracias tras gracia.
Porque la Ley se dio
por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha
visto Jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado
a conocer”
Versión para América
Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Al principio existía
la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba
junto a Dios.
Todas las cosas fueron
hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que
existe.
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las
tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre
enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para
dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino
el testigo de la luz.
La Palabra era la luz
verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el
mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los
suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la
recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser
hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la
sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron
engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo
carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que
recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de
él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de
mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos
nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada
por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a
Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.”
"Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre."
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
"Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre."
REFLEXIÓN
La Palabra de Dios, la que existía
desde el principio, la que estaba en Dios y era Dios, se ha hecho carne de
nuestra carne en Jesús. Dios se ha encarnado. Nuestro Dios se ha hecho muy
cercano. Se ha vestido con nuestra naturaleza, ¡Qué maravilla! El Niño del
pesebre es Dios, Dios con nosotros, Dios entre nosotros. El Verbo se ha hecho
hombre y ha entrado en nuestra historia. ¿Y cómo ha venido a nosotros? Ha
venido como un marginado. Sus padres no han encontrado un lugar digno y han ido
a parar a un establo, al corral de los animales. Jesús ha encontrado como cuna
un pesebre.
¿Por qué tenía que nacer en este lugar? Éste es el misterio de Dios. Él
se ha encarnado en nuestro mundo, en el que están muy presentes la miseria, la
marginación y la injusticia. Los hombres y las mujeres más pobres, los
pequeños, las personas maltratadas y abandonadas pueden darse cuenta de que
este Dios es su Dios, un Dios cercano, muy cercano. Él ha venido vestido de
pobreza para que en él los más pobres encuentren la luz. Éste es su Dios, éste
es nuestro Dios. Este nacimiento es un escándalo, como son escándalo la miseria
y las diferencias de nuestro mundo: “Vino a los suyos, y los suyos no lo
recibieron…”
Los hombres prefirieron las tinieblas a la luz.
“Pero a cuantos lo
recibieron, les dio poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre…”
ENTRA EN
TU INTERIOR
RECUPERAR
A JESÚS
Los creyentes tenemos múltiples y muy diversas imágenes de Dios. Desde
niños nos vamos haciendo nuestra propia idea de él, condicionados, sobre todo,
por lo que vamos escuchando a catequistas y predicadores, lo que se nos
transmite en casa y en el colegio o lo que vivimos en las celebraciones y actos
religiosos.
Todas estas imágenes que nos hacemos de Dios son imperfectas y
deficientes, y hemos de purificarlas una y otra vez a lo largo de la vida. No
lo hemos de olvidar nunca. El evangelio de Juan nos recuerda de manera rotunda
una convicción que atraviesa toda la tradición bíblica: «A Dios no le ha visto
nadie jamás».
Los teólogos hablamos mucho de Dios, casi siempre demasiado; parece que
lo sabemos todo de él: en realidad, ningún teólogo ha visto a Dios. Lo mismo
sucede con los predicadores y dirigentes religiosos; hablan con seguridad casi
absoluta; parece que en su interior no hay dudas de ningún género: en realidad,
ninguno de ellos ha visto a Dios.
Entonces, ¿cómo purificar nuestras imágenes para no desfigurar de manera
grave su misterio santo? El mismo evangelio de Juan nos recuerda la convicción
que sustenta toda la fe cristiana en Dios. Solo Jesús, el Hijo único de Dios,
es «quien lo ha dado a conocer». En ninguna parte nos descubre Dios su corazón
y nos muestra su rostro como en Jesús.
Dios nos ha dicho cómo es encarnándose en Jesús. No se ha revelado en
doctrinas y fórmulas teológicas sublimes sino en la vida entrañable de Jesús,
en su comportamiento y su mensaje, en su entrega hasta la muerte y en su
resurrección. Para aproximarnos a Dios hemos de acercarnos al hombre en el que
él sale a nuestro encuentro. Siempre que el cristianismo ignora a Jesús o lo
olvida, corre el riesgo de alejarse del Dios verdadero y de sustituirlo por
imágenes distorsionadas que desfiguran su rostro y nos impiden colaborar en su
proyecto de construir un mundo nuevo más liberado, justo y fraterno. Por eso es
tan urgente recuperar la humanidad de Jesús.
No basta con confesar a Jesucristo de manera teórica o doctrinal. Todos
necesitamos conocer a Jesús desde un acercamiento más concreto y vital a los
evangelios, sintonizar con su proyecto, dejarnos animar por su espíritu, entrar
en su relación con el Padre, seguirlo de cerca día a día. Ésta es la tarea
apasionante de una comunidad que vive hoy purificando su fe. Quien conoce y
sigue a Jesús va disfrutando cada vez más de la bondad insondable de Dios.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Seguro que tengo que cambiar mis esquemas. Jesús me dice con su presencia,
sencillez, pobreza y amor cuáles son las semillas que debo plantar en mi
corazón. He de fijarme en las personas a las que se ha manifestado. Qué
cualidades tenían. Los pastores eran gentes muy sencillas. Ellos tenían el
corazón preparado para recibir al Niño, para creer en el Niño. Y yo, ¿tengo mi
corazón preparado? Aún estoy a tiempo para unirme a los pastores. Aún ahora
puedo transformarme y sentir el calor del aliento del Niño Jesús. Quiero que
sea la luz verdadera que me alumbre, esa luz que vino al mundo y la
desaprovecharon, quiero aprovecharla, dejarme iluminar por ella para poder
iluminar a los otros.
Señor, tu nacimiento está marcado por la marginación y la pobreza. La
gloria del cielo se oscurece en la tierra. El que es Señor del mundo no encuentra
sitio en el mundo para nacer. El que es dueño de todas las cosas necesita de
los regalos de pobres pastores, que al raso cuidaban sus rebaños. Pero tú
vienes con muchos regalos del cielo, y el primero de todos es la paz. Paz para
todos los hombres sin excepción, para los buenos y para los malos, para los
libres y los esclavos, paz envuelta en pañales de amor.
¡Oh, Señor! Contigo nació la gracia de Dios. En ti Dios se manifestó a
los humildes y misericordiosos. Por ti fui rescatado de mi mediocridad. Y tú me
enseñaste a vivir santamente y a esperar con las lámparas encendidas tu vuelta
gloriosa.
ORACIÓN
Que sea y viva, Señor,
como verdadero hijo tuyo.
Que sea y viva como
hermano de todos los hombres.
Que sea comprensivo y
compasivo, acogedor y solidario, capaz de superar mi individualismo y mi
clasismo.
Que sea pobre, que solo
busque tu reino y su justicia.
Que sea manso, que me
convenza de que sólo tú yugo es llevadero y tú carga ligera.
Que sea capaz de mirar
siempre con ojos de misericordia.
Que sepa hacer mío los
dolores y sufrimientos de mis hermanos.
Que sepa amar, Señor,
que sepa amar. Amén
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
Imágenes
de Fano.
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