“Levántate, toma al niño y a su madre y huye a
Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño
para matarlo”.
VIERNES 30 DE DICIEMBRE
FIESTA DE LA SAGRADA
FAMILIA: JESÚS, MARÍA Y JOSÉ.
1ª Lectura:
Eclesiástico 3,2-6.12-14. El que teme al Señor honra a sus padres.
Salmo 127: Dichosos los
que temen al Señor y siguen sus caminos.
2ª Lectura: Colosenses
3,12-21. Coge al niño y a su madre y huye a Egipto.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 2,13-15.19-23
“Cuando se marcharon
los magos los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
“Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que
yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. José se levantó,
tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte
de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: “Llamé a mi
hijo para que saliera de Egipto”. Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se
apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: Levántate, toma al niño
y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la
vida del niño”. Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero
al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes
tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció
en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que
se llamaría nazareno.”
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Después de la partida
de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
"Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí
hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".
José se levantó, tomó
de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta
la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por
medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.
Cuando murió Herodes,
el Ángel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto,
y le dijo:
"Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel,
porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño".
José se levantó, tomó
al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel.
Pero al saber que
Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí
y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea,
donde se estableció en
una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los
profetas: Será llamado Nazareno.”
REFLEXIÓN
La familia
es algo muy humano, es lo más humano, es fuente de Humanidad. El que quiera
aprender humanismo, que vaya a la escuela de la familia. El que no haya vivido
en una familia sana, tendrá crisis de humanidad.
La familia
es algo muy humano porque en el fondo del hombre hay un dinamismo de comunión.
La verdad más profunda del hombre es su capacidad de amar. La Ley suprema de la
vida humana es el amor. La vocación esencial de todo hombre es amar. Los
hombres estamos hechos para relacionarnos, para querernos, para unirnos y, así
para proyectarnos hacia el futuro. El hombre se realiza en la medida en que se
relaciona, en la medida en que se entrega. La tendencia última del hombre no es
la soledad, sino la solidaridad. Por eso, el que no es amado, enloquece, el que
no ama se asfixia, se seca y muere; no llevará fruto, sólo sirve para el fuego.
La familia
es el campo adecuado para vivir estos valores que constituyen al hombre y
cultivarlos. Es lugar privilegiado de encuentro. Familia es eso, comunidad de
amor, con proyección de eternidad. La vida de la familia está hecha de relación
respetuosa y cariñosa, de comunicación íntima, de entrega servicial y
sacrificada, de común unión de alegrías, penas y esperanzas. Y está hecha de
trabajo compartido, de frutos recogidos, de cultivo de la vida. En la familia
el hombre se transciende, rompiendo la tentación de la soledad y el riego de la
esterilidad. Sin duda, no hay nada más humano. En la familia encontraremos las
mejores gratificaciones, los más razonables frutos. No es extraño que sintamos
constantemente la querencia familiar, que siempre queramos volver a casa.
En la
familia se aprenden los valores que constituyen la sociedad, “es la primera e
insustituible escuela creadora de Humanidad, ejemplo y estímulo para las
relaciones comunitarias más amplias, mediante la transmisión de virtudes y
valores”.
Podríamos
apuntar algunos de estos valores, tan necesarios:
Dignidad de la persona, a la que se estima y se quiere como
es. Hoy tenemos crisis de autoestima, porque nos ofrecen modelos inalcanzables,
a los que se quiere imitar. Por otra parte, nuestra sociedad está muy
masificada y despersonalizada.
Tolerancia y respeto. La familia es maestra de estas virtudes
que hoy tanto se predican. Hubo un año dedicado a la tolerancia, para
concienciar sobre el valor de esta hermosa virtud. La vivencia familiar es
esencialmente tolerante, no un año, siempre.
Servicialidad y solidaridad. En la familia todo es común, el uno es para el otro, se comparten los
sentimientos, los ideales, la vida. Si la sociedad no aprende a ser solidaria, se destruye. El
futuro de la Humanidad es la solidaridad.
Responsabilidad. En la familia se da respuesta a las necesidades de los demás,
especialmente de los más pequeños e indefensos. Esta responsabilidad es el
fundamento de toda existencia.
Defensa y culto del amor y de la vida. Son los valores que más definen a la familia. Fuera de la familia el amor
es más difícil y la vida sufre terribles ataques. ¡Cuántas “enfermedades de
corazón y cuántas semillas de muerte! Ojalá la familia sea fermento de vida y
amor en el mundo.
ENTRA EN TU INTERIOR
Señor, sé,
que la gracia le viene a la familia de su relación contigo y de su apertura a
la redención de Cristo, tu Hijo. En esta fiesta de la familia, que se celebra
dentro del misterio que es la encarnación de tu Hijo Jesucristo, si hace unos
días miraba a Belén como capital de la paz y fuente de salvación, hoy tengo que
mirar a Nazaret como la patria de la familia. Nazaret es punto de referencia
obligado para cuantos, como yo, quieren vivir en comunidad de vida y amor.
Hoy, Señor,
recuerdo a la Sagrada Familia, pero tengo que decir que toda familia es
sagrada. Hay en todas las familias algo de ti, algo de tu misterio. Toda
familia humana hunde sus raíces en ti. De ti recibe la gracia. Tú, Señor,
bendices constantemente a la familia, la fortaleces en las dificultades, la
ayudas a estar más unida, le das crecimiento y fecundidad.
ORA EN TU INTERIOR
Quiero orar por la Iglesia, esposa de
Cristo, santa e inmaculada, para que sea la gran familia de los hijos de Dios.
Quiero orar por todos los pueblos de la tierra para que,
superando diferencias y rivalidades, se unan más con lazos de solidaridad y
fraternidad.
Quiero orar por todas las familias,
para que, creciendo en el amor, estén abiertas a la vida.
Quiero orar, Señor, especialmente,
por las familias que sufren a causa de la pobreza, el paro, la enfermedad de
algunos de sus miembros, para que encuentren la ayuda solidaria que necesitan.
Quiero orar por las familias que
viven en crisis por falta de entendimiento, de diálogo y de amor, para que,
guardándose fidelidad, prevalezca en ellos lo que les une.
Finalmente, Señor, quiero orar por
todos los hombres y mujeres del mundo y por todas nuestras familias para que
seamos testigos de tu amor.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano
Imagen para colorear.
¡FELIZ AÑO NUEVO!
LE PIDO AL SEÑOR PARA USTEDES Y PARA MÍ EN ESTE AÑO 2017, QUE ACRECIENTE NUESTRA FE Y FORTALEZCA
NUESTRA ESPERANZA PARA QUE SEAMOS HOMBRES Y MUJERES SEGÚN SU VOLUNTAD
Entramos en un nuevo año y renovamos
las ilusiones. Nos felicitamos, es decir, nos alegramos por estrenar el año y
nos deseamos felicidad. Que todo vaya bien en el año, que todo vaya mejor en el
año que comenzamos.
Esta realidad humana, hermosa y
esperanzadora, la traemos aquí, a nuestra oración, y la convertimos en
Eucaristía cada domingo, pero también nos abrimos a las mayores esperanzas y a
los más fuertes compromisos.
Bendecimos, sí, al Señor por el año
nuevo -¿cómo no reconocer este nuevo regalo?-, pero sobre todo pedimos a Dios
su bendición. Necesitamos la bendición de Dios, que “ilumine su rostro” sobre
nosotros, que nos mire con ojos cariñosos, que nos “conceda su favor”. Si el
Señor no nos bendijera y no nos mirara así, quedaríamos excomulgados de la vida
y de la existencia. Pero si Él nos bendice y nos concede su favor, todo se
ilumina y se transforma para nosotros.
Presentamos al Señor nuestras
necesidades y deseos, las necesidades también de nuestras familias y las de
todos los hombres.
Podríamos hacer nuestra la bendición
que Dios da a Moisés para que bendiga al pueblo, ya la hizo suya San Francisco
de Asís y se convirtió en la bendición de san Francisco.
Le pedimos, que esta bendición, la
haga extensiva a todos los hombres y mujeres del mundo, especialmente a los que
más sufren.
“El Señor te bendiga y te guarde,
te muestre su rostro y tenga misericordia de ti,
te mire con ojos benignos y te conceda la paz.
El Señor te bendiga, hermano.”
Podemos pedir a Dios que todo nos sea
bonito, pero sobre todo, que nos tenga en la palma de su mano; que nada nos
resulte adverso, pero sobre todo, que nos tenga en la palma de su mano; que no
suframos desgracias y enfermedades, pero sobre todo que nos tenga en la palma
de su mano; podemos pedir, en fin, que todo nos sea favorable, pero sobre todo
que nos tenga en la palma de su mano.
“Los pastores fueron rápidamente y encontraron
a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre.”
DOMINGO 1 DE ENERO 2017
SOLEMNIDAD DE SANTA
MARÍA, MADRE DE DIOS
JORNADA DE ORACIÓN POR
LA PAZ
1ª Lectura: Números
6,22-27
Salmo 66: “El Señor
tenga piedad y nos bendiga”
2ª Lectura: Gálatas
4,4-7
PALABRA DEL DÍA
Lucas 2,16-21
“En aquel tiempo, los
pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño
acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel
niño.
Todos los que lo oían
se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas esas
cosas, meditándolas en su corazón.
Los pastores se
volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo
como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho
días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como le había
llamado el ángel antes de su concepción”.
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
Los pastores fueron
rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el
pesebre.
Al verlo, contaron lo
que habían oído decir sobre este niño,
y todos los que los
escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores.
Mientras tanto, María
conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.
Y los pastores
volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído,
conforme al anuncio que habían recibido.
Ocho días después,
llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre
que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción.
REFLEXIÓN
Jesús fue
el nombre escogido por el cielo para designar al Mesías. Sabemos toda la fuerza
que tiene este nombre bendito. Decir Jesús puede ser para nosotros la mejor
bendición. Con el nombre de Jesús nos protegemos. Con el nombre de Jesús
confesamos nuestra fe, porque estamos confesando que en Jesús, Yahvé nos salva.
Con el nombre de Jesús rezamos, pero siempre que se haga desde el Espíritu:
“Porque nadie puede decir: ¡Jesús es Señor! Sino por influjo del Espíritu
Santo” (1 Cor 12,3). Con el nombre de Jesús evangelizamos, porque “no hay otro
nombre por el cual el hombre pueda ser salvado” (Hch 4,12).
Sólo una mirada agradecida y
suplicante a María. Toda la gracia y la bendición de Dios pasaron por ella.
Ella colaboró activamente con su docilidad y su entrega, con su acogida y
disponibilidad, con la fuerza de su fe y de su amor. Fue siempre: “La mujer
dócil a la voz del Espíritu… la que supo acoger como Abrahán la voluntad de
Dios” “Esperando contra toda esperanza”.
La bendecida por el Señor.
“El Señor te bendiga y te proteja,
Ilumine su rostro sobre ti
Y te conceda su favor;
El Señor se fije en ti
Y te conceda la paz” (Núm 6,22ss)
Cada año,
cada día, cada instante necesitamos la bendición de Dios: que ilumine su rostro
sobre nosotros, que nos proteja y nos conceda su favor, que no aparte sus ojos
de nosotros, esos ojos grandes que envuelven en amor y que penetran hondo, pacificando.
Dios
bendice desde el principio: “Y los bendijo Dios”. Bendice Dios para que vivamos
y para que seamos felices en nuestra tarea. Bendición es el deseo de Dios
expresado en palabras buenas. Pero la palabra que Dios dice, se cumple. Cada
palabra suya es como un beso de amor creativo. Dice, por ejemplo: ¡vive!, y el
hombre empezó a ser. Dice: ¡no temas!, y se acabaron los miedos. Dice: ¡paz!, y
la alegría nadie nos la puede quitar. Dice: ¡Espíritu!, y empezamos a renacer.
¡Bendícenos hoy, Señor!
ENTRA EN TU INTERIOR
Y ahora,
una vez que tú estás bendecido, dedícate a bendecir. Si Dios ha puesto su luz
en ti, irradia. Si Dios te ha pacificado, siembra la paz. Así como Dios nos ama
para que nos amemos, Dios nos bendice para que bendigamos, para que lleguemos a
ser una bendición. Que cuando te acerques a otro, sienta que sale de ti una
irradiación benéfica y pacificadora. Y cuando alguien se acerque a ti, que tú
le acojas entrañablemente y le digas bien, le digas cosas buenas, bonitas, y
pueda volver gozoso. Y si tú no te atreves a bendecir, dile eso: que Dios te
bendiga, pero de verdad.
ORA EN TU INTERIOR CON EL PADRE NUESTRO DE LA
PAZ
PADRE: que miras por igual a
todos tus hijos a quienes ves enfrentados.
NUESTRO: de todos, sea cual sea
nuestra edad, color, religión o lugar de nacimiento.
QUE ESTÁS EN LOS CIELOS, y en la tierra, en cada hombre, en los humildes y en los que sufren.
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE, pero no con el estruendo de las armas, sino con el susurro del corazón.
VENGA A NOSOTROS TU REINO el de la paz, el del amor. Y aleja de nosotros los reinos de la tiranía
y de la explotación.
HÁGASE TU VOLUNTAD siempre y en todas partes. En el cielo y en la tierra. Que tus deseos no
sean obstaculizados por los hijos del poder.
DANOS EL PAN DE CADA DÍA que está amasado con paz, con justicia, con amor. Aleja de nosotros el pan de la cizaña que siembra envidia y división.
DÁNOSLE HOY porque mañana puede ser
tarde, la guerra amenaza y algún loco puede incendiarla.
PERDÓNANOS no como nosotros perdonamos,
sino como Tú perdonas.
MENSAJE
DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
PARA LA
CELEBRACIÓN DE LA
50
JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
1 DE
ENERO DE 2017
«La no
violencia: un estilo de política para la paz»
1. Al comienzo de este nuevo año formulo mis más sinceros deseos de paz para
los pueblos y para las naciones del mundo, para los Jefes de Estado y de
Gobierno, así como para los responsables de las comunidades religiosas y de los
diversos sectores de la sociedad civil. Deseo la paz a cada hombre, mujer, niño
y niña, a la vez que rezo para que la imagen y semejanza de Dios en cada
persona nos permita reconocernos unos a otros como dones sagrados dotados de
una inmensa dignidad. Especialmente en las situaciones de conflicto, respetemos
su «dignidad más profunda»[1] y hagamos de la no violencia activa nuestro
estilo de vida.
Este es el Mensaje para
la 50 Jornada Mundial de la Paz. En el primero, el beato Papa Pablo VI se
dirigió, no sólo a los católicos sino a todos los pueblos, con palabras
inequívocas: «Ha aparecido finalmente con mucha claridad que la paz es la línea
única y verdadera del progreso humano (no las tensiones de nacionalismos
ambiciosos, ni las conquistas violentas, ni las represiones portadoras de un
falso orden civil)». Advirtió del «peligro de creer que las controversias
internacionales no se pueden resolver por los caminos de la razón, es decir de
las negociaciones fundadas en el derecho, la justicia, la equidad, sino sólo
por los de las fuerzas espantosas y mortíferas». Por el contrario, citando
Pacem in terris de su predecesor san Juan XXIII, exaltaba «el sentido y el amor
de la paz fundada sobre la verdad, sobre la justicia, sobre la libertad, sobre
el amor»[2]. Impresiona la actualidad de estas palabras, que hoy son igualmente
importantes y urgentes como hace cincuenta años.
En esta ocasión deseo
reflexionar sobre la no violencia como un estilo de política para la paz, y
pido a Dios que se conformen a la no violencia nuestros sentimientos y valores
personales más profundos. Que la caridad y la no violencia guíen el modo de
tratarnos en las relaciones interpersonales, sociales e internacionales. Cuando
las víctimas de la violencia vencen la tentación de la venganza, se convierten
en los protagonistas más creíbles en los procesos no violentos de construcción
de la paz. Que la no violencia se trasforme, desde el nivel local y cotidiano
hasta el orden mundial, en el estilo característico de nuestras decisiones, de
nuestras relaciones, de nuestras acciones y de la política en todas sus formas.
Un mundo
fragmentado
2. El siglo pasado fue devastado por dos horribles guerras mundiales,
conoció la amenaza de la guerra nuclear y un gran número de nuevos conflictos,
pero hoy lamentablemente estamos ante una terrible guerra mundial por partes.
No es fácil saber si el mundo actualmente es más o menos violento de lo que fue
en el pasado, ni si los modernos medios de comunicación y la movilidad que
caracteriza nuestra época nos hace más conscientes de la violencia o más
habituados a ella.
En cualquier caso, esta
violencia que se comete «por partes», en modos y niveles diversos, provoca un
enorme sufrimiento que conocemos bien: guerras en diferentes países y
continentes; terrorismo, criminalidad y ataques armados impredecibles; abusos
contra los emigrantes y las víctimas de la trata; devastación del medio
ambiente. ¿Con qué fin? La violencia, ¿permite alcanzar objetivos de valor
duradero? Todo lo que obtiene, ¿no se reduce a desencadenar represalias y
espirales de conflicto letales que benefician sólo a algunos «señores de la
guerra»?
La violencia no es la
solución para nuestro mundo fragmentado. Responder con violencia a la violencia
lleva, en el mejor de los casos, a la emigración forzada y a un enorme
sufrimiento, ya que las grandes cantidades de recursos que se destinan a fines
militares son sustraídas de las necesidades cotidianas de los jóvenes, de las
familias en dificultad, de los ancianos, de los enfermos, de la gran mayoría de
los habitantes del mundo. En el peor de los casos, lleva a la muerte física y
espiritual de muchos, si no es de todos.
La Buena
Noticia
3. También Jesús vivió en tiempos de violencia. Él enseñó que el verdadero
campo de batalla, en el que se enfrentan la violencia y la paz, es el corazón
humano: «Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos
perversos» (Mc 7,21). Pero el mensaje de Cristo, ante esta realidad, ofrece una
respuesta radicalmente positiva: él predicó incansablemente el amor
incondicional de Dios que acoge y perdona, y enseñó a sus discípulos a amar a
los enemigos (cf. Mt 5,44) y a poner la otra mejilla (cf. Mt 5,39). Cuando
impidió que la adúltera fuera lapidada por sus acusadores (cf. Jn 8,1-11) y
cuando, la noche antes de morir, dijo a Pedro que envainara la espada (cf. Mt
26,52), Jesús trazó el camino de la no violencia, que siguió hasta el final,
hasta la cruz, mediante la cual construyó la paz y destruyó la enemistad (cf.
Ef 2,14-16). Por esto, quien acoge la Buena Noticia de Jesús reconoce su propia
violencia y se deja curar por la misericordia de Dios, convirtiéndose a su vez
en instrumento de reconciliación, según la exhortación de san Francisco de
Asís: «Que la paz que anunciáis de palabra la tengáis, y en mayor medida, en
vuestros corazones»[3].
Ser hoy verdaderos
discípulos de Jesús significa también aceptar su propuesta de la no violencia.
Esta —como ha afirmado mi predecesor Benedicto XVI— «es realista, porque tiene
en cuenta que en el mundo hay demasiada violencia, demasiada injusticia y, por
tanto, sólo se puede superar esta situación contraponiendo un plus de amor, un
plus de bondad. Este “plus” viene de Dios»[4]. Y añadía con fuerza: «para los
cristianos la no violencia no es un mero comportamiento táctico, sino más bien
un modo de ser de la persona, la actitud de quien está tan convencido del amor
de Dios y de su poder, que no tiene miedo de afrontar el mal únicamente con las
armas del amor y de la verdad. El amor a los enemigos constituye el núcleo de
la “revolución cristiana”»[5]. Precisamente, el evangelio del amad a vuestros
enemigos (cf. Lc 6,27) es considerado como «la charta magna de la no violencia
cristiana», que no se debe entender como un «rendirse ante el mal […], sino en
responder al mal con el bien (cf. Rm 12,17-21), rompiendo de este modo la
cadena de la injusticia»[6].
Más
fuerte que la violencia
4. Muchas veces la no violencia se entiende como rendición, desinterés y
pasividad, pero en realidad no es así. Cuando la Madre Teresa recibió el premio
Nobel de la Paz, en 1979, declaró claramente su mensaje de la no violencia
activa: «En nuestras familias no tenemos necesidad de bombas y armas, de
destruir para traer la paz, sino de vivir unidos, amándonos unos a otros […]. Y
entonces seremos capaces de superar todo el mal que hay en el mundo»[7]. Porque
la fuerza de las armas es engañosa. «Mientras los traficantes de armas hacen su
trabajo, hay pobres constructores de paz que dan la vida sólo por ayudar a una
persona, a otra, a otra»; para estos constructores de la paz, Madre Teresa es
«un símbolo, un icono de nuestros tiempos»[8]. En el pasado mes de septiembre
tuve la gran alegría de proclamarla santa. He elogiado su disponibilidad hacia
todos por medio de «la acogida y la defensa de la vida humana, tanto de la no
nacida como de la abandonada y descartada […]. Se ha inclinado sobre las
personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles,
reconociendo la dignidad que Dios les había dado; ha hecho sentir su voz a los
poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes
—¡ante los crímenes!— de la pobreza creada por ellos mismos»[9]. Como respuesta
—y en esto representa a miles, más aún, a millones de personas—, su misión es
salir al encuentro de las víctimas con generosidad y dedicación, tocando y
vendando los cuerpos heridos, curando las vidas rotas.
La no violencia
practicada con decisión y coherencia ha producido resultados impresionantes. No
se olvidarán nunca los éxitos obtenidos por Mahatma Gandhi y Khan Abdul Ghaffar
Khan en la liberación de la India, y de Martin Luther King Jr. contra la
discriminación racial. En especial, las mujeres son frecuentemente líderes de
la no violencia, como, por ejemplo, Leymah Gbowee y miles de mujeres
liberianas, que han organizado encuentros de oración y protesta no violenta
(pray-ins), obteniendo negociaciones de alto nivel para la conclusión de la
segunda guerra civil en Liberia.
No podemos olvidar el
decenio crucial que se concluyó con la caída de los regímenes comunistas en
Europa. Las comunidades cristianas han contribuido con su oración insistente y
su acción valiente. Ha tenido una influencia especial el ministerio y el
magisterio de san Juan Pablo II. En la encíclica Centesimus annus (1991), mi
predecesor, reflexionando sobre los sucesos de 1989, puso en evidencia que un
cambio crucial en la vida de los pueblos, de las naciones y de los estados se
realiza «a través de una lucha pacífica, que emplea solamente las armas de la
verdad y de la justicia»[10]. Este itinerario de transición política hacia la paz
ha sido posible, en parte, «por el compromiso no violento de hombres que,
resistiéndose siempre a ceder al poder de la fuerza, han sabido encontrar, una
y otra vez, formas eficaces para dar testimonio de la verdad». Y concluía:
«Ojalá los hombres aprendan a luchar por la justicia sin violencia, renunciando
a la lucha de clases en las controversias internas, así como a la guerra en las
internacionales»[11].
La Iglesia se ha
comprometido en el desarrollo de estrategias no violentas para la promoción de
la paz en muchos países, implicando incluso a los actores más violentos en un
mayor esfuerzo para construir una paz justa y duradera.
Este compromiso en
favor de las víctimas de la injusticia y de la violencia no es un patrimonio
exclusivo de la Iglesia Católica, sino que es propio de muchas tradiciones
religiosas, para las que «la compasión y la no violencia son esenciales e
indican el camino de la vida»[12]. Lo reafirmo con fuerza: «Ninguna religión es
terrorista»[13]. La violencia es una profanación del nombre de Dios[14]. No nos
cansemos nunca de repetirlo: «Nunca se puede usar el nombre de Dios para
justificar la violencia. Sólo la paz es santa. Sólo la paz es santa, no la
guerra»[15].
La raíz
doméstica de una política no violenta
5. Si el origen del que brota la violencia está en el corazón de los
hombres, entonces es fundamental recorrer el sendero de la no violencia en
primer lugar en el seno de la familia. Es parte de aquella alegría que
presenté, en marzo pasado, en la Exhortación apostólica Amoris laetitia, como
conclusión de los dos años de reflexión de la Iglesia sobre el matrimonio y la
familia. La familia es el espacio indispensable en el que los cónyuges, padres
e hijos, hermanos y hermanas aprenden a comunicarse y a cuidarse unos a otros
de modo desinteresado, y donde los desacuerdos o incluso los conflictos deben
ser superados no con la fuerza, sino con el diálogo, el respeto, la búsqueda
del bien del otro, la misericordia y el perdón[16]. Desde el seno de la
familia, la alegría se propaga al mundo y se irradia a toda la sociedad[17].
Por otra parte, una ética de fraternidad y de coexistencia pacífica entre las
personas y entre los pueblos no puede basarse sobre la lógica del miedo, de la
violencia y de la cerrazón, sino sobre la responsabilidad, el respeto y el
diálogo sincero. En este sentido, hago un llamamiento a favor del desarme, como
también de la prohibición y abolición de las armas nucleares: la disuasión
nuclear y la amenaza cierta de la destrucción recíproca, no pueden servir de
base a este tipo de ética[18]. Con la misma urgencia suplico que se detenga la
violencia doméstica y los abusos a mujeres y niños.
El Jubileo de la
Misericordia, concluido el pasado mes de noviembre, nos ha invitado a mirar
dentro de nuestro corazón y a dejar que entre en él la misericordia de Dios. El
año jubilar nos ha hecho tomar conciencia del gran número y variedad de
personas y de grupos sociales que son tratados con indiferencia, que son
víctimas de injusticia y sufren violencia. Ellos forman parte de nuestra
«familia», son nuestros hermanos y hermanas. Por esto, las políticas de no
violencia deben comenzar dentro de los muros de casa para después extenderse a
toda la familia humana. «El ejemplo de santa Teresa de Lisieux nos invita a la
práctica del pequeño camino del amor, a no perder la oportunidad de una palabra
amable, de una sonrisa, de cualquier pequeño gesto que siembre paz y amistad.
Una ecología integral también está hecha de simples gestos cotidianos donde
rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo»[19].
Mi
llamamiento
6. La construcción de la paz mediante la no violencia activa es un elemento
necesario y coherente del continuo esfuerzo de la Iglesia para limitar el uso
de la fuerza por medio de las normas morales, a través de su participación en
las instituciones internacionales y gracias también a la aportación competente
de tantos cristianos en la elaboración de normativas a todos los niveles. Jesús
mismo nos ofrece un «manual» de esta estrategia de construcción de la paz en el
así llamado Discurso de la montaña. Las ocho bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-10)
trazan el perfil de la persona que podemos definir bienaventurada, buena y
auténtica. Bienaventurados los mansos —dice Jesús—, los misericordiosos, los
que trabajan por la paz, y los puros de corazón, los que tienen hambre y sed de
la justicia.
Esto es también un
programa y un desafío para los líderes políticos y religiosos, para los
responsables de las instituciones internacionales y los dirigentes de las
empresas y de los medios de comunicación de todo el mundo: aplicar las
bienaventuranzas en el desempeño de sus propias responsabilidades. Es el
desafío de construir la sociedad, la comunidad o la empresa, de la que son
responsables, con el estilo de los trabajadores por la paz; de dar muestras de
misericordia, rechazando descartar a las personas, dañar el ambiente y querer
vencer a cualquier precio. Esto exige estar dispuestos a «aceptar sufrir el
conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso»[20].
Trabajar de este modo significa elegir la solidaridad como estilo para realizar
la historia y construir la amistad social. La no violencia activa es una manera
de mostrar verdaderamente cómo, de verdad, la unidad es más importante y
fecunda que el conflicto. Todo en el mundo está íntimamente interconectado[21].
Puede suceder que las diferencias generen choques: afrontémoslos de forma
constructiva y no violenta, de manera que «las tensiones y los opuestos
[puedan] alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida», conservando
«las virtualidades valiosas de las polaridades en pugna»[22].
La Iglesia Católica
acompañará todo tentativo de construcción de la paz también con la no violencia
activa y creativa. El 1 de enero de 2017 comenzará su andadura el nuevo
Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que ayudará a la
Iglesia a promover, con creciente eficacia, «los inconmensurables bienes de la
justicia, la paz y la protección de la creación» y de la solicitud hacia los
emigrantes, «los necesitados, los enfermos y los excluidos, los marginados y
las víctimas de los conflictos armados y de las catástrofes naturales, los
encarcelados, los desempleados y las víctimas de cualquier forma de esclavitud
y de tortura»[23].
En
conclusión
7. Como es tradición, firmo este Mensaje el 8 de diciembre, fiesta de la
Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. María es Reina de la Paz.
En el Nacimiento de su Hijo, los ángeles glorificaban a Dios deseando paz en la
tierra a los hombres y mujeres de buena voluntad (cf. Lc 2,14). Pidamos a la
Virgen que sea ella quien nos guíe.
«Todos deseamos la paz;
muchas personas la construyen cada día con pequeños gestos; muchos sufren y
soportan pacientemente la fatiga de intentar edificarla»[24]. En el 2017,
comprometámonos con nuestra oración y acción a ser personas que aparten de su corazón,
de sus palabras y de sus gestos la violencia, y a construir comunidades no
violentas, que cuiden de la casa común. «Nada es imposible si nos dirigimos a
Dios con nuestra oración. Todos podemos ser artesanos de la paz»[25].
Vaticano, 8 de
diciembre de 2016
Francisco