“Cuidad de no practicar
vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo
contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial”.
26 DE FEBRERO
MIÉRCOLES DE CENIZA
COLOR LITÚRGICO: MORADO
1ª Lectura: Joel
2,12-18
Rasgad los corazones y
no las vestiduras.
Salmo 50
Misericordia, Señor:
hemos pecado
2ª Lectura: 2 Corintios
5,20-6,2
Reconciliaos con Dios:
ahora es tiempo favorable.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 6,1-6.16-18
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuidad
de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por
ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por
tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como
hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser
honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en
cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu
derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto,
te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta
rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea
la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar,
entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre que está en lo
escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no
andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a
la gente que ayunan: Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio,
cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note,
no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre que ve en lo
escondido, te recompensará.”
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Jesús dijo a sus discípulos:
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de
los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna
recompensa del Padre que está en el cielo.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas
pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las
calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su
recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo
que hace la derecha,
para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que
ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a
ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles,
para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación,
cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en
lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como
hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les
aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava
tu rostro,
para que tu ayuno no sea conocido por los hombres,
sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará”.
REFLEXIÓN
COMENZAMOS LA CUARESMA
Con el Miércoles de Ceniza empezamos, un año más, la
celebración de la Cuaresma. Toda la Iglesia está invitada a ponerse en camino
hacia la Pascua con un corazón nuevo, con un corazón renovado. Los textos
litúrgicos serán nuestra guía, nuestra compañía, en este tiempo santo. Tenemos
que dejarlos hablar, para poder recoger su mensaje salvífico. Tenemos que estar
abiertos a este “tiempo favorable”. Si de verdad nos implicamos en esta
propuesta de conversión, en esta aventura de gracia, si de verdad nos
reconciliamos con Dios, será un camino de liberación y de vida renovada.
LOS GRITOS DE LA CUARESMA
Los textos bíblicos que la liturgia nos ofrece en este primer
día de la Cuaresma, nos invitan a la conversión, a centrarnos en lo esencial, a
preguntarnos por qué, tan a menudo, cosas sin importancia, pasan a ser
importantes en nuestra vida hasta el punto de distraernos de las relaciones con
Dios, con los hermanos, y de descentrarnos a nosotros mismos.
El profeta Joel llama al pueblo a la conversión interior y
sincera, a huir de la ritualidad puramente externa, con frases como éstas:
“Convertíos a mí de todo corazón…”
“Rasgad los corazones, no las vestiduras”.
En el salmo, en sintonía con las lecturas, cantamos: “…por tu
inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito, limpia mi pecado…,
crea en mí un corazón puro…, renuévame por dentro con espíritu firme, no me
arrojes lejos de tu rostro…”, “no me quites tu Santo Espíritu”, “devuélveme la
alegría de tu salvación…
Pablo describe la salvación como gracia, como don gratuito
que hemos de acoger, y nos invita: “os pedimos que os reconciliéis con Dios”.
TRES PUNTOS IMPORTANTES A TENER EN CUENTA
Piedad auténtica: limosna, oración, ayuno. Esto nos remarca
el texto evangélico de hoy, en la sección central del Sermón de la Montaña de
San Mateo. Aquí Jesús exhorta a una espiritualidad auténtica.
Cuaresma, tiempo de gracia y de reconciliación. El
protagonismo de este tiempo no lo tienen nuestras obras, por muy buenas que
sean, sino la gracia de Dios. En el centro de la reconciliación de Dios con el
hombre y del hombre con Dios está la obra de Cristo: “Al que no había pecado
Dios lo hizo expiación por nuestros pecados, para que nosotros, unidos a él,
recibamos la justificación de Dios”. Cada uno de nosotros ha de sentirse
acogido por Dios, tal como lo expresa Pablo en este texto, cuando cita a Isaías
49,8: “en tiempo favorable te escuché, en día de salvación viene en tu ayuda”.
La conclusión que saca el apóstol conviene que tenga eco a lo largo de toda
nuestra vida: “Ahora es tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”.
Al final, dominando todo el horizonte, la Pascua. En ningún
momento de estos cuarenta días, debemos olvidar la meta a la que nos conduce:
la Pascua. Las oraciones litúrgicas de estos días, van a incidir en ello: “Que,
fieles a las prácticas cuaresmales, puedan llegar, con el corazón limpio, a la
celebración del misterio pascual de tu Hijo…”, “…concédenos, por medio de las
prácticas cuaresmales, el perdón de los pecados; así podremos alcanzar, a
imagen de tu Hijo resucitado, la vida nueva de tu reino…”.
Esto es lo que hemos dicho a nuestro Padre Dios este
Miércoles de Ceniza, ahora es una nueva oportunidad, tal como nos ha recordado
Pablo. Cuando se trata de avanzar en la conversión del corazón partimos del
protagonismo del Padre que nos ha regalado su gracia. Es la gracia, derramada
en nuestro corazones con el Espíritu que se nos ha dado, la que nos capacita
para amar tal como Jesús amó, para actuar con misericordia, para dar ternura,
para orar con confianza, para ser sencillos, para perdonar a quien nos ha ofendido,
para reconocer la propia pequeñez, para ayudar con más desprendimiento, para
ser más compasivos con nuestros hermanos más necesitados, los más pobres, los
enfermos, los ancianos, los niños… y tantas y tantas maravillas, que la gracia
de Dios nos permite realizar.
Por tanto una llamada al arrepentimiento, a convertirnos al
Dios del amor y el perdón, que ha hecho su obra en Jesucristo. Es un tiempo
favorable para la reconciliación, como nos ha recordado Pablo en la segunda
lectura.
La Iglesia nos propone los tres gestos tradicionales: la
oración, el ayuno y la limosna. Son los signos de la conversión en los tres
ámbitos de nuestra vida.
LA ORACIÓN: Momento tranquilo de nuestra comunión con Dios,
para escuchar su Palabra y para depositar nuestra confianza en Él, en un mundo
que ignora la oración y se olvida de Dios.
EL AYUNO: Esfuerzo de austeridad personal en la comida, en
los gastos, en la ostentación exterior, en un clima social tan inclinado a
valorar la riqueza y el poder.
LA LIMOSNA: Signo de la generosidad hacia los demás,
especialmente a los más necesitados.
Sin olvidar el acento evangélico: lo que importa es el
corazón abierto y sincero: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de
los hombres para ser vistos por ellos…”, hemos escuchado en el evangelio.
Toda la Cuaresma será la contemplación del camino de Jesús y
el impulso para todos nosotros por hacerlo con él, como aprendizaje de la vida
verdadera.
La ceniza de este miércoles es ya ceniza de resurrección.
Dios es capaz de sacar vida de la muerte y resurrección de las cenizas, como
brota la espiga del grano que muere en la tierra.
Este tiempo de Cuaresma es una nueva oportunidad para
aprovechar al máximo la gracia de Dios, y trabajar para que por fin, la Pascua
de la justicia, del amor y de la paz,
llegue a todos. Para que por fin todas las armas se conviertan en rosas,
todas las alambradas de espinas, en setos verdes y floridos, todas las cruces
en luces de la aurora, todos los muros que dividen, en arcoíris, que hombres,
mujeres y niños puedan vivir sin
sobresaltos.
Comencemos, hermanas y hermanos y vivámosla intensamente,
vivámosla como rejuvenecimiento interior, que podamos renacer en espigas de
primavera en la mañana santa de la Pascua.
ENTRA EN TU INTERIOR
La gracia de Dios nos permite enternecer nuestros corazones y
escuchar la Palabra de Dios. Precisamos, sin embargo, de una actitud humilde a
fin de acoger los dones de Dios, tener aquella confianza en los hijos que
esperan las caricias de sus padres. Nosotros también esperamos que nos llegue
la ternura de Dios, sus caricias manifestadas en los sacramentos, en su
Palabra, en las personas, en los hechos cotidianos, en los que sufren.
Sé, Señor, que ahora es el momento de colaborar contigo para
hacer posible mi cambio. La Cuaresma quiere recordarme que tengo que hacer
algo, aunque sea poco.
ORA EN TU INTERIOR
Dar limosna, o lo que es lo mismo, cambiar mi ideal de tener
por el de compartir. Y esto será posible, Señor, si como me dice San Pablo,
comienzo a considerar a los demás, sobre todo a los más pobres y necesitados,
como superiores a mí.
Quiero, Señor, poner amor en todas las exigencias
cuaresmales, aunque sean difíciles, pero sé que si pongo amor, seguramente se
transformarán en momentos de gozo.
ORACIÓN FINAL (Salmo 50)
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa
compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás
inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas
sabiduría. Rocíame con agua: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la
nieve.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con
espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo
espíritu.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos
quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
“Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios,
adorarás y a él solo darás culto”
****************
“Al Señor, tu Dios,
adorarás y a él solo darás culto”.
1 DE MARZO
PRIMER DOMINGO DE
CUARESMA
COLOR LITÚRGICO: MORADO
1ª Lectura: Génesis
2,7-9; 3,1-7
Creación y pecado de
los primeros padres.
Salmo 50: Misericordia,
Señor, hemos pecado.
2ª Lectura: Romanos
5,12-19
Si creció el pecado,
más abundante fue la gracia.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 4,1-11
“Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para
ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta
noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: “Si eres Hijo
de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”. Pero él le contestó,
diciendo: “Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra
que sale de la boca de Dios”. Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo
pone en el alero del templo y le dice: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo,
porque está escrito: “Encargará a sus ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán
en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”. Jesús le dijo:
“También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”. Después, el diablo lo
lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria,
le dijo: “Todo esto te daré, si te postras y me adoras”. Entonces le dijo
Jesús: “Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él
solo darás culto”. Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le
servían”.
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al
desierto, para ser tentado por el demonio.
Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches,
sintió hambre.
Y el tentador, acercándose, le dijo: "Si tú eres
Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes".
Jesús le respondió: "Está escrito: El hombre no
vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios".
Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo
puso en la parte más alta del Templo,
diciéndole: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate
abajo, porque está escrito: Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te
llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra".
Jesús le respondió: "También está escrito: No
tentarás al Señor, tu Dios".
El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta;
desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor,
y le dijo: "Te daré todo esto, si te postras para
adorarme".
Jesús le respondió: "Retírate, Satanás, porque
está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto".
Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se
acercaron para servirlo”.
REFLEXIÓN
En este primer domingo nos adentramos en el camino que nos
llevará a la Pascua. Es un camino íntimamente ligado con nuestro compromiso
bautismal. Los catecúmenos se preparan en este tiempo para acercarse a las
fuentes bautismales. Los cristianos acompañamos a Jesús al desierto, lugar de
ayuno y tentación, para fortalecernos y renovar, la Noche de Pascua, las
promesas de nuestro bautismo. Debemos tomar nuevo aliento, convertirnos,
tenemos que volver al lado de Dios. Podemos decir que hoy, en este domingo,
iniciamos el camino cuaresmal hacia la renovación de nuestra fe bautismal, con
el deseo de la santa Pascua.
La primera lectura, el relato de la creación al que
volveremos en el inicio de la Vigilia Pascual, nos hace notar que la vida del
hombre y de la mujer viene de Dios. Es Dios el protagonista de este relato, y
el ser humano está llamado a compartir este protagonismo. El ser humano, sin
embargo, por el pecado se encierra en sí mismo y olvida a Dios, no le deja
espacio. La creación sufre las consecuencias. Sólo la obediencia de Cristo
retornará el equilibrio roto y la criatura se podrá dirigir al creador como
Padre.
El salmo 50 que cantaremos nos acompañará durante todo este
tiempo cuaresmal. La experiencia de pecado del salmista se convierte entonces
en experiencia profunda de la misericordia de Dios. El pecado está presente en
todas las generaciones, pero el amor del Señor, que dura por siempre, nos lleva
de nuevo a abrir los labios y proclamar la alabanza del Dios que salva.
La segunda lectura nos ha presentado un fragmento de la carta
de Pablo a los cristianos de Roma. Pablo, con una exposición de gran contenido
teológico hace ver la relación entre el don de la gracia y la pena del pecado.
Para Pablo, el don no tiene comparación con la caída. Adán, en quien todos
hemos caído, tiene como contrapeso al Cristo a quien estamos unidos
indisolublemente por el bautismo. Con Adán nos une el pecado connatural a
nuestra condición humana. Con Cristo, por el bautismo, compartiremos su muerte
y resurrección.
El evangelio de Mateo nos sitúa hoy en la escena de las
tentaciones de Jesús en el desierto. Jesús cumple un ayuno de cuarenta días
después de recibir el bautismo en el Jordán y después de la manifestación de su
filiación divina, justo antes de empezar su predicación y misión en Galilea.
Cumple los cuarenta días como imagen de los cuarenta días que Moisés estuvo en
la montaña rezando a Dios; como imagen de los cuarenta días de camino que
realizó Elías por llegar al monte Horeb; como los cuarenta años que el pueblo
pasó en el desierto, donde sufrió tentación y las mordeduras de serpientes
hasta llegar a la Tierra Prometida. Jesús lleva a cumplimiento estos actos
proféticos y sufre las tentaciones del hambre, del afán de poder, y del afán de
poseer riqueza. El tentador le propone, como a Adán, que se ponga en lugar de
Dios y sacie el hambre y el afán de dominio que caracterizan al hombre y a la
mujer de todos los tiempos, utilizando erróneamente el poder y adorando al
tentador. Jesús le responde con la Palabra de Dios y declara la primacía de
Dios sobre todas las cosas: “Al Señor, tú Dios, adorarás y a él solo darás
culto”.
Jesús pone en el centro la voluntad de Dios. Allí donde Adán
puso su propia voluntad, Jesús, el Hijo, sitúa la voluntad del Padre. Jesús
cambia radicalmente la respuesta a la tentación y da una dimensión a la
relación entre la criatura y el creador. Jesús pone en el centro la voluntad de
Dios, y el tiempo de tentación, de desierto, de dificultad, de desánimo, de
soledad, se coinvierte en tiempo de gracia y de evangelio.
Nosotros, en esta Cuaresma, con la Iglesia, queremos poner,
de nuevo, en el centro de nuestra vida la voluntad de Dios. Por el bautismo
hemos sido identificados con Cristo. Con él penetramos en el desierto y con él
hacemos frente a las muchas formas con las que el tentador intenta dividir
nuestro corazón; afanes, ansias, envidias. Con Cristo queremos responder que
sólo Dios es el centro de nuestra vida. Ya no somos más del pecado ni de la
muerte. El evangelio de Cristo nos lo hace contemplar todo, incluso en los
momentos de prueba, como momentos de Pascua. Porque en esta Cuaresma, con la
meditación de la Palabra, compartiendo la eucaristía, en el ayuno y en la
caridad queremos aprender a contemplar y a esperar con júbilo la Pascua de
Cristo que salva a todo ser humano y renueva toda la creación.
ENTRA EN TU INTERIOR
TENTADO, PERO NO VENCIDO
No le resultó nada fácil a Jesús mantenerse fiel a la misión
recibida de su Padre, sin desviarse de su voluntad. Los evangelios recuerdan su
lucha interior y las pruebas que tuvo que superar, junto a sus discípulos, a lo
largo de su vida. Los maestros de la ley lo acosaban con preguntas capciosas
para someterlo al orden establecido, olvidando al Espíritu que lo impulsaba a
curar incluso en sábado. Los fariseos le pedían que dejara de aliviar el
sufrimiento de la gente y realizara algo más espectacular, "un signo del
cielo", de proporciones cósmicas, con el que Dios lo confirmara ante
todos.
Las tentaciones le venían incluso de sus discípulos más
queridos. Santiago y Juan le pedían que se olvidara de los últimos, y pensara
más en reservarles a ellos los puestos de más honor y poder. Pedro le reprende
porque pone en riesgo su vida y puede terminar ejecutado.
Sufría Jesús y sufrían también sus discípulos. Nada era fácil
ni claro. Todos tenían que buscar la voluntad del Padre superando pruebas y
tentaciones de diverso género. Pocas horas antes de ser detenido por las
fuerzas de seguridad del templo Jesús les dice así: "Vosotros sois los que
habéis perseverado conmigo en mis pruebas" (Lucas 22,28).
El episodio conocido como "las tentaciones de
Jesús" es un relato en el que se reagrupan y resumen las tentaciones que
hubo de superar Jesús a lo largo de toda su vida. Aunque vive movido por el
Espíritu recibido en el Jordán, nada le dispensa de sentirse atraído hacia
formas falsas de mesianismo.
¿Ha de pensar en su propio interés, o escuchar la voluntad
del Padre? ¿Ha de imponer su poder de Mesías, o ponerse al servicio de quienes
lo necesitan? ¿Ha de buscar su propia gloria, o manifestar la compasión de Dios
hacia los que sufren? ¿Ha de evitar riesgos y eludir la crucifixión, o
entregarse a su misión confiando en el Padre?
El relato de las tentaciones de Jesús fue recogido en los
evangelios para alertar a sus seguidores. Hemos de ser lúcidos. El Espíritu de
Jesús está vivo en su Iglesia, pero los cristianos no estamos libres de falsear
una y otra vez nuestra identidad cayendo en múltiples tentaciones.
Identificar hoy las tentaciones de la Iglesia y de la
jerarquía, de los cristianos y de sus comunidades; hacernos conscientes de
ellas como Jesús; y afrontarlas como lo hizo él, es lo primero para seguirle
con fidelidad. Una Iglesia que no es consciente de sus tentaciones, pronto
falseará su identidad y su misión. ¿No nos está sucediendo algo de esto? ¿No
necesitamos más lucidez y vigilancia para no caer en la infidelidad?
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Si Israel fue infiel en el desierto Jesús muestra su firmeza
en seguir la voluntad divina y su proyecto de Salvación. En el evangelio de
Mateo es el diablo quien hace el mismo papel que la serpiente del relato del
Génesis, que incita al pecado del cual hablaba Pablo en la carta a los romanos.
El tentador es astuto y cita la misma Escritura para incitar a Jesús a
desviarse de su misión salvadora, presentando el mal en forma de bien.
El diablo tienta a Jesús incitando a un mesianismo de tipo
materialista: “Di que estas piedras se conviertan en panes”, pero Jesús supera
la tentación siendo consciente de la necesidad espiritual del ser humano como
su hambre y sed de cumplir la voluntad de Dios: “No sólo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
La segunda insinuación es la de un mesianismo espectacular,
es decir, de seguir las expectativas mesiánicas de su tiempo. Invita a Jesús,
además, a seguir un providencialismo literal e irresponsable. Jesús
desenmascara las ideas del diablo como una tentación.
La última tentación es la del mesianismo a través del poder y
de la gloria del mundo. Pero Jesús ha venido a ser servidor de todos, no a
someter a los demás. No se puede servir a Dios y al poder.
ORACIÓN
Señor, quisiste someterte a las tentaciones del demonio para
enseñarme que las tentaciones no son malas; nada malo hubo en tu vida. Sirven
para fortalecer mi unión contigo. ¿Cómo hacer frente al tentador? Tu ejemplo me
dice que no debo entablar conversación ni entretenerme con él, como Eva, sino
rechazarlo de plano con la sabiduría de la Palabra y la fuerza de la Gracia.
Contra las insidias del demonio, yo acepto, la historia, la realidad y el
futuro que tú quieres para mí; todo lo has hecho bien.